por Luis Caccia Guerra
Yuri Gagarin, astronauta ruso, luego de salir al espacio exterior y dar una vuelta en órbita del planeta Tierra, expresó algo así cuando descendió:
“He subido al cielo y no he visto a Dios”
En cambio otro astronauta, John Glenn, exclamó eufórico a su regreso:
“He subido a los cielos y he visto la grandeza de Dios”
Uno ascendió a los cielos en una “Torre de Babel” del siglo XX. El otro, lo hizo con su fe y su corazón mirando a Dios.
Muchas personas viven hoy, sin necesidad de salir catapultados en una cápsula al espacio, en su pequeño mundillo de arrogancia sin Dios donde la obediencia y la fe no forman parte de sus diccionarios. Prefieren ser sus propios “dioses” antes que someterse a la Autoridad del Soberano Creador del Universo. Es así como se encuentra nuestro mundo. Sumido en una caótica anarquía donde las batallas de los antiguos “dioses” del Olimpo parecen un cuentito de niños al lado de las lides que nos toca librar hoy en la realidad de nuestro diario transcurrir.
Dios estableció un orden. Un orden útil y saludable para la vida en el que no tienen cabida las guerras ni los dolores de muerte con los que se retuerce este mundo a la deriva. Y ese orden comienza con un paso de fe.
“He visto la grandeza de Dios” alabó John Glenn. Hoy nos toca a cada uno de nosotros como “sal de la tierra”, como “luz del mundo” que hemos sido llamados a ser, resplandecer como “luminares en el mundo” para llevar alivio al afligido, fe y esperanza al perdido, luz al que anda en tinieblas.
Aún hay tiempo, ¡el Señor viene pronto!He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
(Apocalipsis 3:20 RV60)
¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro.
(Apocalipsis 22:7 RV60)
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