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Si estos pensamientos y estas palabras son oportunas, reflexione sobre ellas y, con la ayuda del Espíritu Santo, actúe con conciencia. Creo de todo corazón que son el mapa de carreteras digno de confianza para llegar a su vida y su familia.

miércoles, 6 de abril de 2011

¿Cómo tener propósitos que agraden a Dios?

Escrito por el pastor Chuy Olivares
Sal 37:4 Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón.
Este es otro de los versículos favoritos de los profetas de la prosperidad. Es conveniente analizarlo ahora para que entendamos de una vez qué nos dice el Señor mediante estas palabras. Evidentemente no se habla aquí de los congregantes que el domingo, mientras cantan en la congregación, se gozan con la música que escuchan; interpretación sumamente extendida y claramente errónea.
Maleable…El vocablo ¨deléitate¨ se traduce del hebreo anág que significa ser maleable. La maleabilidad es la característica que metales como el oro tienen de ser transformados, amoldados y trabajados sin que se rompan, gracias a lo cual el artesano les puede dar la forma que desea.
Aplicado este concepto a la vida cristiana, quien se deleita en el Señor es maleable, dócil, suave, fácil de moldear, no se resiste a la formación y no se rompe, no se cuartea ni se desdibuja mientras Dios trabaja con él para formarlo a la imagen de Cristo Jesús.
Sal 138:8 Jehová cumplirá su propósito en mí.
Que quede claro: Dios va a cumplir Sus deseos, Sus planes y Sus propósitos en mí. Te preguntarás: ¿y mis planes, Señor? Yo diría que si no son los planes de Dios… ¡deberías irte despidiendo de ellos!
San Pablo lo dice así :
Ser más como Cristo…Rom 8:28 Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.
  En resumen, un verdadero discípulo se deja moldear por el Señor –se deleita- para que Él cumpla sus propósitos, sus deseos y sus planes. Es entonces cuando Dios nos forma a su imagen y nuestro corazón se funde con el suyo, se vuelve uno con Él… así que nuestros deseos ahora son los suyos. ¡Estos son los deseos de nuestro corazón que Dios prometió concedernos: los Suyos, pues moldeados por Él ya no hay lugar para nuestros propios intereses! ¡Gloria a Dios!
¿Decepcionado? Piensa entonces seriamente dónde estás plantado, pues un verdadero hijo de Dios no debería estarlo, dado que quienes creemos en Él entendemos que Sus deseos son, con mucho, mejores que los nuestros, y que los nuestros tienden a ser superficiales, vacíos, terrenales, insensatos.
Entonces son ¿Mis propósitos de año nuevo… o Sus propósitos para mí en este año que inicia?
Ahora podemos decir como el salmista:

Sal 38:6-9 Estoy encorvado, estoy humillado en gran manera, ando enlutado todo el día. Porque mis lomos están llenos de ardor, y nada hay sano en mi carne. Estoy debilitado y molido en gran manera; gimo a causa de la conmoción de mi corazón. Señor, delante de ti están todos mis deseos, y mi suspiro no te es oculto.
Sal 73:21-25 Se llenó de amargura mi alma, y en mi corazón sentía punzadas. Tan torpe era yo, que no entendía; era como una bestia delante de ti. Con todo, yo siempre estuve contigo; me tomaste de la mano derecha. Me has guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria. ¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra.
Sal 145:18-19 Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de veras. Cumplirá el deseo de los que le temen; oirá asimismo el clamor de ellos, y los salvará.
Termino con una breve historia.
Se cuenta de un hombre que preguntó a un estudiante qué era lo que más deseaba en la vida. Éste le contestó: “libros, salud y silencio para estudiar”. Luego el hombre le hizo la misma pregunta a un usurero prestamista, que le contestó : “Dinero, dinero y más dinero”. Más tarde preguntó lo mismo a un hombre pobre, que sin vacilar respondió: “Pan, pan, pan”. Después encontró a un ebrio que también opinó: “Licor, licor, licor”. Luego, dirigiéndose a una multitud que festejaba el año nuevo preguntó lo mismo, y respondieron todos a una: “Riqueza, fama, placeres”. Desilusionado por tantas respuestas vanas, vacías y superficiales, el hombre le preguntó a un anciano que tenía fama de ser un hombre bueno, qué era lo que más deseaba en la vida. El anciano respondió con calma y con dulzura: “Amar profundamente a Cristo, parecerme más a Cristo y ser más como Cristo”.
Hay de deseos a deseos: unos son terrenales, vanos, temporales y vacíos, otros trascienden a la eternidad.
Entonces, ¿me haré propósitos de año nuevo… o dejaré que Dios cumpla sus propósitos en mí en este año que comienza?

Fuente: Estudios bíblicos


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