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Si estos pensamientos y estas palabras son oportunas, reflexione sobre ellas y, con la ayuda del Espíritu Santo, actúe con conciencia. Creo de todo corazón que son el mapa de carreteras digno de confianza para llegar a su vida y su familia.

martes, 21 de junio de 2011

Vivir en complicidad con Jesús

Ven Jesús y ocupa tu lugar
Las prisas, el rutinario ir y venir de los días, el acelerado ritmo que la sociedad nos marca, vertiginoso y mareante.


Todo tiene su momento, pero no siempre aplicamos el tiempo en lo realmente merece la pena. Los días tienen su longitud, medida y espaciada en horas minutos y segundos, sirviéndonos de ello nos dedicamos a desempeñar pequeñas e insignificantes labores sin las cuales no podríamos ejecutar las tareas cotidianas.
 Creamos en derredor nuestro un compendio de acciones que tienen prioridad absoluta unas sobre otras. Existen asuntos preferentes y cosas irrelevantes.  Por ejemplo, hay quienes no podemos funcionar sin el café de la mañana, nos entontecemos y comenzamos el día de mal humor si nos falta ese elixir portador de cafeína. Hay quienes, y en esa actividad también me incluyo, necesitamos una despabilante ducha mañanera para dejar a un lado la modorra y emprender las tareas de la nueva jornada.

Labores simples sin las cuales algunos no somos aptos para funcionar.


Pero: ¿Somos capaces de emprender el día sin pasar un tiempo hablando con Dios?


¿Nos cuesta vivir diariamente sin detenernos a leer la palabra divina que tanto bien nos proporciona?


¿Son estas acciones prioritarias, o por el contrario son parte de las cosas casuales que se hacen de vez en vez?


Si mi café no va seguido de una charla con el Padre, mi día no comienza bien, es como si decidiera dejar a Dios en casa y emprender la jornada sola.


Cuando poso mis ojos en su palabra y recibo el ramalazo de una verdad sobrecogedora, me doy cuenta de que si diariamente hiciera una incursión en el libro de la vida, mis preocupaciones y mis ansiedades serían muy distintas, o ni tan siquiera serían.


Si a Dios no le damos el lugar que merece, no importa que otro lugar le demos. Si no lo posicionamos como prioridad absoluta en nuestras vidas, no tiene valor el lugar que ocupe.

 Omitimos a Dios cuando dedicamos gran parte de nuestro prestado tiempo en actividades diversas y alejadas de él.  Ciertamente la vida con sus quehaceres nos roba demasiadas horas, tenemos obligaciones que cumplir y no podemos zafarnos de ellas, pero también poseemos ese tiempo de recreo que ociosamente perdemos y no canalizamos de la forma debida.

Cada vez que apartamos un tiempo y lo dedicamos a relacionarnos con Él, todo cobra una dimensión muy distinta.

 Vivir en complicidad con Jesús te hace ser más partícipe de todos sus atributos poseyendo paciencia, amor, mansedumbre, templanza…

Tener encuentros diarios con su palabra te descubre un mundo interior que desconocías, te enseña a vivir de una forma diferente, un estado de plenitud realmente especial que sólo se consigue cuando decides apartar tiempo devocional y escuchar en silencio la voz de Dios.
 
Autores: Yolanda Tamayo

© Protestante Digital 2011

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