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Si estos pensamientos y estas palabras son oportunas, reflexione sobre ellas y, con la ayuda del Espíritu Santo, actúe con conciencia. Creo de todo corazón que son el mapa de carreteras digno de confianza para llegar a su vida y su familia.

miércoles, 15 de junio de 2011

Una buena prédica está destinada a provocar “sentimientos santos”

 
  Provocando los sentimientos santos


Jonathan Eswards

  
Una buena prédica está destinada a provocar “sentimientos santos” – aquellas emociones tales como: odio por el pecado, deleite en Dios, esperanza en sus promesas, gratitud por su misericordia, deseo de santidad y dulce compasión. La razón es que la falta de sentimientos santos en los Cristianos es odiosa. “Las cosas del espíritu son tan grandes en el ejercicio de nuestros corazones que no hay sustituto en su naturaleza e importancia a menos que sean vivas y poderosas. En nada hay tanto vigor en el accionar de nuestras inclinaciones como en la religión y nada es tan odioso como la tibieza” 

 Si un ministro tiene luz sin calor, y entretiene a su auditorio con discursos aprendidos, sin un sabor del poder de la santidad, o alguna apariencia de espíritu fervoroso y celo por Dios y las almas buenas, él podrá agradar los oídos ávidos, y llenar las mentes de su gente con nociones vacías, pero seguramente no llegará hasta sus corazones o salvará sus almas.

Y si por otro lado, es movido por un fiero y excesivo celo y calor vehemente, sin luz, seguramente encenderá igualmente la llama profana de la gente y encenderá sus pasiones corruptas y afectos, mas nunca los hará el mejor ni los conducirá un paso hacia el cielo, sino en sentido contrario.
Calor y luz, ardiente y luminoso; son cruciales para llevar luz a la mente porque las afecciones que no surgen de una comprensión mental de la verdad no son afecciones santas. Por ejemplo dice: “Aquella fe que carece de luz espiritual no es la fe de los hijos de la luz y del día, pero presumiblemente de los hijos de la oscuridad. Por tanto presionarlos y urgirles a creer sin una luz espiritual o visión tiende a ayudar grandemente al engaño del príncipe de la oscuridad.”.  Por convicción razonable quiero decir una convicción fundamentada en una evidencia real, o sobre aquello que es una buena razón o convicción bien fundamentada.”  Por tanto el buen predicador hará que su meta sea dar a sus escuchas “buena razón” y “buen fundamento” para las afecciones que está tratando de estimular. Edwards nunca podrá ser considerado como un ejemplo de alguien que manipulaba las emociones. Él trató a sus escuchas como criaturas con razón y trató de mover sus corazones, dándoles a sus mentes solamente la luz de la verdad.

Consecuentemente, él enseñó que “es de mucho provecho para los ministros en sus prédicas, esforzarse en explicar clara y llanamente las doctrinas de la religión y desenredar las dificultades que les caracterizan, confirmándolas con la fuerza de la razón y con argumentos, así como observar algún método fácil y claro con orden en los discursos, para ayudar al entendimiento y la memoria.”. La razón para esto es que la buena prédica busca iluminar la mente de los oyentes con verdades divinas. Fue una maravillosa combinación que Dios usó para despertar a Nueva Inglaterra hace 250 años; calor y luz; ardiente y brillante; mente y corazón; doctrinas profundas y profundo deleite. ¿No podrá Dios usar hoy estos mismos métodos conforme buscamos iluminar la mente e hinchar el corazón?
Saturar con Escritura.
Yo afirmo que la buena prédica “está saturada de Escritura”, y no “basada en Escritura”, debido a que la Escritura es algo más que la base para una buena prédica. La prédica que proclama la supremacía de Dios no comienza con la Escritura como base para luego vagar en otras cosas, transpira Escritura. Mi constante consejo a predicadores principiantes es: “¡Citen el texto! ¡Citen el texto! Repitan las palabras textuales del texto una y otra vez. Muestren a las gentes de donde provienen sus ideas.” Muchas personas no siguen fácilmente la relación que el predicador ve entre sus palabras y el texto. Las citas textuales de la Escritura, necesitan ser mostradas una y otra vez. Edwards usó mucha energía escribiendo muchos pasajes en sus sermones manuscritos, para apoyar lo que estaba diciendo. Citaba versículo tras versículo que arrojaran luz sobre su tema. Edwards pensaba de esos versículos claves como “rayos de luz del Sol de Justicia, que son la luz con la que los ministros deben de ser iluminados y la luz que ellos deben de llevar adelante a sus oyentes, y son el fuego para sus corazones y de sus oyentes, que deben de ser encendidos.” 

Revisando su temprana experiencia pastoral, recordaba sobre toda otra experiencia, su deleite en el estudio de la Escritura. “Muy a menudo al leerlas, cada palabra parecía tocar mi corazón. Sentía una armonía entre algo dentro de mi corazón con aquellas palabras dulces y maravillosas. Me parecía ver tanta luz proveniente de cada frase, transmitiendo alimento tan refrescante, que frecuentemente centrado en una sola frase no podía continuar leyendo al ver las maravillas contenidas en la misma. Cada frase parecía estar llena de maravillas.”

Uno no deja de maravillarse ante el extenso conocimiento de la Biblia de Edwards, especialmente por ser también conocedor de las mejores enseñanzas teológicas, morales y filosóficas de su tiempo. Como estudiante hizo esta resolución: “Resuelvo estudiar las Escrituras tan firme, constante y frecuentemente, hasta que pueda encontrar y percibir plenamente que estoy creciendo en el conocimiento de las mismas.” “Firme, Constante y Frecuente”, he ahí la fuente de la riqueza escritural en los sermones de Edwards.

Su práctica de estudio consistía en tomar cientos de notas y seguir cualquier hilo de inspiración tan lejos como fuera posible. “Mi método de estudio desde que me inicié en el trabajo del ministerio, ha consistido mayormente en escribir; aplicándome de esta manera a mejorar cada insinuación importante, tratando de lograr lo máximo cuando algo en la lectura, meditación o conversación sugerida a mi mente, promete ser luz en cualquier asunto de peso, mermando así lo que parecían ser para mi propio beneficio, mis mejores pensamientos sobre innumerables temas.” (15) Su pluma fue su ojo exegético. Como Juan Calvino (quien dijo esto en la introducción de Principios de la Religión Cristiana), Aprendió conforme escribía y escribió conforme aprendía. En lo que vio por este método, hace que nuestras meditaciones apresuradas de la Escritura se vean muy superficiales.

Leer a Edwards es leer la Biblia a través de los ojos de alguien que la entiende profundamente y la siente con todo su corazón. Sus prédicas estaban saturadas de Escritura. Las nuestra también lo deberían de estar. Sigamos el consejo de Edwards “estar bien preparado en divinidad y bien familiarizado con la Palabra escrita de Dios y poderoso en la Escritura.”
Empleo de Analogías e Imágenes
La experiencia y la Escritura nos enseñan que los corazones son mas poderosamente tocados, no cuando la mente está entretenida con ideas abstractas sino cuando está llena de imágenes vívidas de una gran realidad y verdad.

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