Cabecera

Si estos pensamientos y estas palabras son oportunas, reflexione sobre ellas y, con la ayuda del Espíritu Santo, actúe con conciencia. Creo de todo corazón que son el mapa de carreteras digno de confianza para llegar a su vida y su familia.

viernes, 10 de junio de 2011

Dios no te llamó a prosperar


Dios no te llamó a prosperar, ni a usar tus talentos, ni a crear una reforma de la iglesia, ni a “trastornar el mundo”, ni a “demostrar hasta dónde podemos llegar los cristianos”. Dios no es religioso, no está interesado en separar, ni en discriminar y mucho menos en hacerte superior. Dios es Dios de los pobres, los necesitados, los ignorantes, los pecadores y los que han caído al polvo.
Nos levanta, nos sacude, nos lava y nos guarda en su corazón, pero no por eso somos mejores. Más bien, desaparecemos, sólo queda Él. Lo malo es que muchos se asoman hacia afuera y en lugar de invitar a otros a entrar, les presumen que ellos sí entraron y tratan de justificar su “prosperidad” echándole la culpa a Dios o la “mala fortuna” de los otros, echándole la culpa al diablo.
Por eso hay una crisis en la iglesia. No es una crisis de liderazgo ni de mandos o doctrinas. Es una crisis de valores, de cristianos; es decir, de personas. Dios busca personas en crisis pero ahora, nos da por cambiarle el nombre a nuestra crisis en lugar de aprender de Dios a abandonarla.
Llamamos a la pobreza “maldición”, cuando los apóstoles la veían como un camino digno para un creyente junto con la persecución; llamamos a la doctrina “sana” cuando se adapta a lo que creemos es correcto leer o pensar, en tanto que la iglesia primitiva juzgaba la doctrina como sana cuando era congruente entre la fe y las acciones; le decimos “llamado” a un deseo punzante de hacer algo, cuando sólo es vocación, “ganas” o una buena idea. Ministerio al trabajo, hermano al prójimo, provisión al azar, misericordia a la lástima y ofrenda al lucimiento de nuestra abundancia.
colegiaturas pagadas, clases por la tarde para los niños y momentos rosas en burbujas protectoras? Timoteo fue educado por su madre judía en contra de las enseñanzas paganas de su padre en una sociedad discriminatoria y excluyente, a las puertas de una tribulación tremenda para aquel que se dijera seguidor del Cristo; hoy sentimos orgullo si nuestros hijos saltan al chasquear de nuestros dedos y si nada falta en casa, decimos sin vergüenza que “Dios es bueno”.
¿Pero entonces Dios es malo con los pobres sin trabajo, o sólo son personas mediocres que no han querido ver las maravillas de un Dios que lo da todo? ¿Es su pecado lo que ha llamado al juicio? ¿O será que son víctimas un ambiente codicioso como lo era el romano en tiempos de la crucifixión? ¿No será que hemos abandonado nuestro llamado a ser como Simón de Sirene, llevando la cruz de Jesús; o a ser como José de Arimatéa, o como Dorcas que se tuvo que morir para ser parte del milagro.
El primer llamado de Dios a los seres humanos fue para multiplicarnos y dar fruto. Eso significa que Dios está interesado en que lo bueno que sembró en nosotros se haga mayor, que crezca, que pase a otros. Los mandamientos fueron dados como límites protectores. El “no comas de este árbol” es necesario sólo en un momento determinado. Los 10 mandamientos son indispensables para poner orden en una sociedad al borde del amotinamiento. La ley y los profetas son la herencia para un pueblo que requiere identidad y estructura. Pero Dios no nos planificó para cumplir instrucciones. ¡Qué alguien me diga dónde está mi control remoto! Yo no soy el auto a distancia de un dios caprichoso y aniñado que me amenace con “hacer su voluntad” a toda costa, “o si no…”
Dios nos dejó decidir. Nos deja decidir. Lo hace a sabiendas de que nos equivocamos, de que fallamos, de que tememos y que nos exaltamos.  ¡Qué fácil es ser cristiano si no me falta nada! , “voy a la church el fin, pago mi diezmo, la pasamos bien con la familia, y Dios me bendice en la semana“; y claro, no tiene nada que ver el hecho de que mi padre me hiciera socio de la compañía que él se mató construyendo por décadas, posición que prácticamente nació conmigo… porque así es muchas veces, cuando nace el hijo de un CEO, nace con el nombre de CEito. ¿Pero qué hay de aquellos que luchan por entender, conocer y crearse oportunidades? ¿Qué pasa con aquellos que deciden correr los riesgos y después de la tercera empresa quebrada, logran sacar números en negro? ¿Qué hay de las amas de casa que por una o mil razones quedaron solteras y de pronto tienen que trabajar para sostener a sus hijos? ¿Qué hay de los que deciden emprender un negocio, cambiar de país, romper un contrato, mover su rumbo? ¿Dios se olvida de ellos? ¿Se han salido de la protección de Dios?
No, y perdón por lo que para muchos es una petulante muestra de sobre estima. No es que Dios nos “quiera proveer” o quiera “que usemos nuestros talentos”. No. Lo que Dios quiere y ha querido siempre es que demos fruto; de todo, incluyendo sí talentos e ideas, trabajo y relaciones. Dar fruto y multiplicar lo que somos; lo bueno que somos. ¿Y es malo hacernos ricos con eso? Desde luego que no. Lo que es malo es presumirlo o hacerlo pasar por la “buena mano de Dios”, cuando Dios, en eso, no mete las manos. Dios es bueno con todos y esa es la magia del libre albedrío, y por eso funciona tan bien: nos deja decidir y actuar y crearnos oportunidades o aprovechar las que vienen.
Muchos sí, son mediocres y no han pasado de la raya por miedo, por enojo, resentimiento o mala educación; otros están por encima del promedio porque les regalaron una casa, un trabajo o una compañía; y para eso, no tienes que ser cristiano. Otros son hábiles para hacer relaciones y eso lo convierten en dinero y valores; otros han aprendido a dejar el dinero trabajando para ellos; otros más, viven felices con lo que tienen y se relajan. Otros incluso aprenden a conformarse y sobrevivir. El hecho es que Dios no tiene nada que ver en ello, porque somos nosotros los que decidimos siempre; nosotros, los que decidimos si guardamos la costosa tumba de nuestra familia para el día de nuestra muerte, o la aprovechamos ahora que alguien la necesita.
Así que Dios no nos llamó a prosperar; dar fruto no es prosperar, es sólo cumplir el ciclo. De lo que somos responsables es de mejorarlo o interrumpirlo

Fuente: Blog Cristiano: Poder en Línea

No hay comentarios: