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Si estos pensamientos y estas palabras son oportunas, reflexione sobre ellas y, con la ayuda del Espíritu Santo, actúe con conciencia. Creo de todo corazón que son el mapa de carreteras digno de confianza para llegar a su vida y su familia.

sábado, 4 de junio de 2011

¡POR FE!















Hace un tiempo tuve la enorme bendición de estudiar por varios meses los capítulos 1-11 del libro de Génesis, una sección de la Palabra que me atrevería a llamar “El Fundamento” o “El Principio”. Son numerosas las enseñanzas que Dios me mostró a través de ella, pero la que más resalta —y es quizás la menos obvia—, es lo aprendido acerca de la fe.
Todo creyente sabe, en cierta medida, la importancia de la fe en la vida cristiana. Después de todo es parte vital en la conversión: Es por la fe que una persona cree para la salvación de su alma, lo cual es obra del Espíritu Santo a través de la Palabra. A partir de entonces, por fe creemos ser verdadero todo lo que dice la Biblia acerca de Dios, sus atributos, la obra de Cristo, sus promesas y su venida[1].
No obstante a veces nos envolvemos en nuestra “vida cristiana” y olvidamos que la fe está presente en cada momento de ella. Un cristiano vive por fe cada minuto aquí en la tierra.
Fue al estudiar los primeros capítulos de Génesis a la luz de Hebreos 11 que el Señor me mostró esta realidad de una manera clarísima:
  • Podemos realizar todas las investigaciones y buscar todos los datos científicos que muestren que el mundo no pudo haber sido creado de la nada o al azar, sino que detrás de toda la Creación hay un diseño inteligente; sin embargo al final es “por la fe [que] entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”. (Hebreos 11:1, RVR1960).
  • Podemos leer acerca del sacrificio de Abel y cómo Dios lo miró con agrado, no así el de su hermano Caín; pero no entenderemos verdaderamente el sentido hasta que comprendamos que a Dios le agradó la ofrenda de Abel, no porque él era mejor que su hermano, sino que fue por la fe que éste ofreció a Dios un mejor sacrificio que Caín (Hebreos 11:4).
  • No captaremos completamente la manifestación de la gracia de Dios en la vida de Noé al construir el arca y entrar en ella con toda su familia, hasta que recordemos que “por la fe Noé, siendo advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó un arca para la salvación de su casa, por la cual condenó al mundo, y llegó a ser heredero de la justicia que es según la fe” (Hebreos 11:7).
  • Más aún, la historia de todos los hombres y mujeres imperfectos de quienes está llena la Biblia no son historias de héroes, sino de pecadores que sólo por la fe recibieron aprobación (Hebreos 11:2).
Todo lo anterior podríamos resumirlo con este versículo:
“Y sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que Él existe, y que es remunerador de los que le buscan” (Hebreos 11:6).
Las frustraciones vienen a nuestras vidas cuando tratamos de definir en nuestros propios términos qué significa ser remunerados, galardonados por Dios. Ser recompensados por Dios no significa que Él siempre nos dará lo que deseamos, que nos responderá con un “sí” a esa oración que tanto hemos traído delante de su presencia, que nos prosperará materialmente o que nos concederá que todo vaya bien y sin dificultades en nuestra familia y trabajo. No significa que nos otorgará el aplauso de los hombres, que permitirá que los demás vean y se admiren del gran sacrificio y esfuerzo que hemos realizado por amor a Él y a su obra, que permitirá que otros vean cuánto sabemos de Su Palabra, cuán preparados estamos y que nos otorgarán reconocimientos por ello. Tampoco significa que nos librará de situaciones que podamos considerar decepcionantes o trágicas, que nos protegerá de sentir dolor, desconcierto, enojo o tristeza, de sufrir pérdidas o humillaciones. Si la afirmación de que Dios remunera a los que tienen fe significara que Él nos preservará de todo lo anterior, no habría necesidad de fe ¿Cierto? Podríamos muy bien y sin ningún problema andar por este mundo con nuestros ojos físicos.
El doctor James Dobson lo expresa de la siguiente manera:
“… nuestra fe no está afianzada en señales y maravillas, sino en el Dios soberano del universo. Él no ‘actuará’ de acuerdo con nuestras instrucciones con el propósito de impresionarnos […] Él quiere que le aceptemos sin que tengamos ninguna prueba. Jesús le dijo a Tomás: ‘…bienaventurados los que no vieron, y creyeron’ (Juan 20:29). Nosotros servimos a este Señor, no porque Él hace lo que nosotros queramos, sino porque confiamos en su preeminencia en nuestras vidas. [A] fin de cuentas, Él debe ser, y Él será, el que decidirá qué es lo que nos conviene más. Nosotros no podemos ver en el futuro. No sabemos cuál es Su plan. Sólo percibimos el cuadro pequeño, y ni siquiera lo vemos muy claramente. Teniendo en cuenta esta limitación, parece increíblemente arrogante de nuestra parte que le digamos a Dios lo que Él tiene que hacer, en vez de darle a conocer nuestras necesidades, y luego rendirnos a su voluntad[2]”.
Cada vez que nos preguntamos “¿Por qué?”, cada vez que no entendemos el obrar de Dios y aun dudamos de Él debido a que nos parece cruel o sin sentido, es el momento de volver a la fe, de continuar plenamente confiados en nuestro Señor porque con los ojos de la fe sabemos que Él está en control y que Su propósito siempre será el mejor para sus hijos.

Me impresiona la forma cómo Pablo lo resume en la vida de Abraham, el padre de la fe:
“Porque la promesa a Abraham… de que él sería heredero del mundo, no fue hecha por medio de la ley, sino por medio de la justicia de la fe. Por eso es por fe, para que esté de acuerdo con la gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda la posteridad, no sólo a los que son de la ley, sino también a los que son de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros… El creyó en esperanza contra esperanza, a fin de llegar a ser padre de muchas naciones… Y sin debilitarse en la fe contempló su propio cuerpo, que ya estaba como muerto puesto que tenía como cien años, y la esterilidad de la matriz de Sara; sin embargo, respecto a la promesa de Dios, Abraham no titubeó con incredulidad, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, y estando plenamente convencido de que lo que Dios había prometido, poderoso era también para cumplirlo. Por lo cual también su fe LE FUE CONTADA POR JUSTICIA” (Romanos 4:13, 16, 18-22).
Señor, danos esa fe que nunca vacila ni se debilita en incredulidad, sino que está plenamente convencida de que eres poderoso para cumplir todo lo que prometes, para gloria de tu gran Nombre.

Fuente: Trastornando al Mundo

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