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Si estos pensamientos y estas palabras son oportunas, reflexione sobre ellas y, con la ayuda del Espíritu Santo, actúe con conciencia. Creo de todo corazón que son el mapa de carreteras digno de confianza para llegar a su vida y su familia.

domingo, 12 de junio de 2011

La predicación de la Palabra de Dios, los privilegios más grandes confiados al hombre.



Homilética es el estudio de todo lo relacionado con el arte de predicar un sermón. Buenos sermones (comunicación) nacen de tener una buena comunión (compañerismo).
Hay dos aspectos distintos relacionados con la predicación. Primero, el divino; segundo, el humano. ¡La homilética es el estudio del aspecto humano!
Predicar es el arte de comunicar la verdad divina a través de la personalidad humana. Un predicador es esencialmente un comunicador. Recibe la verdad de Dios y se la comunica a los demás hombres de manera efectiva.
Dios da la revelación, pero el hombre provee la presentación.
Para hacer esto de manera efectiva, tiene que aprender primero a hacer varias cosas bien.
1. Esperando En Dios
Primero, tiene que aprender la manera de esperar en Dios, cómo estar tranquilo delante de Su presencia y discernir Su voz cuando le hable dentro de su propio espíritu. 
Todo sermón de valor comienza en el corazón y mente de Dios, que es la fuente de toda verdad. Él es el recurso de todo conocimiento. La primera tarea del predicador efectivo, es aprender a recibir los pensamientos de Dios. Rara vez escuchará Su voz de manera audible.
La verdad divina destilará tranquilamente hacia el interior de su espíritu como el rocío de la mañana. El predicador con futuro, debe esperar pacientemente en la presencia de Dios para recibir Sus pensamientos y verdades preciosas que siempre desea compartir con aquellos que le buscan diligentemente.
Es bueno adquirir el hábito de pasar tiempo en la presencia de Dios. Separe una porción de cada día para entrar ante Su magna presencia y esperar pacientemente en Él. Pronto aprenderá cómo percibir Su voz, la cual, le hablará apaciblemente en su espíritu.
No deberíamos entrar en la presencia de Dios sólo con la idea de "conseguir un sermón". Necesitamos entrar ante Su presencia, primeramente, con el propósito de exponernos con regularidad ante Su divino escrutinio y consejo.
Precipitarnos en Su presencia con urgencia porque "necesitamos un sermón para mañana", no es ciertamente la actitud de un corazón que pueda recibir Sus maravillosas verdades. Deberíamos dar a la verdad oportunidad para que tenga su efecto sobre nosotros antes de que nos dispongamos a compartirla con los demás.
2. Estudiando La Biblia
Sería ideal que el predicador viniera delante de Dios con su Biblia en la mano. Haciendo tiempo para sentarse tranquila y pacientemente delante de Dios de esta manera. Pídale iluminación e inspiración de Su Palabra.
En oración busque el consejo, la sabiduría e instrucciones del Señor en su Palabra a medida que extiende las páginas de la Biblia ante sus ojos en Su divina presencia.
A veces es bueno seguir un patrón regular de lectura, empezando en el sitio donde la dejó el día anterior. Esto le ayuda a recorrer la Biblia de una manera consistente, en lugar de tomar pasajes de aquí y de allá, dejando amplias porciones de las Escrituras sin leer.
En otras ocasiones, podría buscar algún impulso del Espíritu con respecto al lugar donde debería leer. De esa manera evitaría caer en la rutina.
3. Tenga Una Libreta De Notas
Es esencial que tenga una libreta de notas en la cual registre los pensamientos e ideas que le vienen a su mente en esos tiempos de quietud en los que espera la dirección de Dios. Es sorprendente lo rápido que se puede olvidar la verdad más maravillosa, si el pensamiento no es registrado mientras está fresco en su mente.
Adquiera la práctica de escribir cada pensamiento significativo que venga a su mente cuando lea las Escrituras en oración. Si un tema se lo sugiere, sígalo y profundice todo lo que pueda en su contenido. De esa manera acumulará una buena fuente de materiales aptos para sermones.
Repase el material de vez en cuando. Los pensamientos comenzarán a expandirse en su corazón. Descubrirá que algunos temas ocuparán su mente por semanas, ensanchándose de manera continua a medida que medite en ellos.
Adquiera el hábito de hablar con el Señor acerca de Su Palabra. Cuando haya cosas que usted no entienda, pida al Espíritu Santo que arroje luz sobre ellas.
Luego, aprenda a esperar tranquila y pacientemente delante de Dios a medida que dirige afablemente sus respuestas hacia el interior de su espíritu. Apúntelos tal y como le lleguen. Subraye la configuración de la verdad en su libreta de apuntes. No las confíe al poder de su memoria. Aun la mejor de las memorias tiene sus debilidades.
4. Expóngase A Ser Lavado Y Limpiado Por La Palabra
Trate de evitar la actitud que procura una palabra de parte de Dios para predicar sobre ella el domingo por la mañana. No ande buscando siempre balas espirituales que pueda disparar a alguien más. Reconozca la necesidad primaria de su propio corazón. Deje que Dios se ocupe de su corazón a través de Su Palabra y mediante Su Espíritu. Deje que la Palabra lo lave y limpie primero que nada.
Compartir lo que Dios le ha hablado a usted sobre corrección y limpieza propia, es el mejor instrumento para un buen sermón.
Es importante que alimente su propia alma. Una de las trampas en que los predicadores pueden caer, es la de estar tan interesados en encontrar alimentos para sus congregaciones que descuidan su propio bienestar espiritual.
Este es uno de los riesgos ocupacionales del ministerio. El pensamiento fue expresado de esta manera en Cantares 1:6 "…me pusieron a guardar las viñas; y la viña que era mía, no guardé".
A veces un pastor puede estar tan ocupado en la búsqueda de la salud espiritual de su rebaño, que descuide tristemente su propio bienestar espiritual. Ésta es una de las razones principales que hacen que los ministros fracasen. Un ministro no puede arriesgarse a descuidar su propia vida espiritual.
Deje que la Palabra de Dios se arraigue en su propio corazón y espíritu. Deje que crezca fuerte en su vida y experiencia personal.
Después, cuando predique, realizará un ministerio a partir de la experiencia y la realidad, en lugar de compartir cosas que usted mismo no comprende plenamente. Usted nunca puede llevar a otros más allá del lugar al cual usted mismo no haya ido todavía.
El siguiente versículo nos enseña lo mencionado anteriormente, "El labrador, para participar de los frutos, debe trabajar primero" (2 Ti 2:6). Lo que usted planta y cosecha (en el sentido espiritual) debe ser parte de su experiencia antes de darlo a otros. Nunca debe dar lo que no ha comido. No debemos tratar de dirigir a otros por caminos que no hemos caminado.
Cuando la Palabra de Dios se encarne en su vida, entonces, se convertirá en un mensaje de Dios. No será alguien que simplemente recita sermones, sino alguien que realiza un ministerio de vida, bendición y fortaleza para las almas que lo escuchan. 

Fuente: El cayado del pastor

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