El pentecostalismo y su oración emotiva e intensa se extendió primero entre la población negra de EEUU
Los Contagios
Últimamente se puede ver una enorme adicción a todo aquello que implique innovar. Nuevas formas de culto, nuevas formas de alabanza, nuevas técnicas de evangelización, novedosos métodos para levantar el nivel espiritual.
Hay muchos que creen que el culto serio y solemne ya es cosa del pasado, y por lo tanto debe darse paso a expresiones más libres, para así dejar - según ellos - más libertad al Espíritu. Sin embargo el apóstol Pablo nos recuerda que “Empero hágase todo decentemente y con orden.” 1ª Corintios 14:40. Y para hacer las cosas con orden debe haber entendimiento; deben analizarse y evaluarse las cosas para definir si es de edificación para la iglesia o no. “¿Qué pues? Oraré con el espíritu, mas oraré también con entendimiento; cantaré con el espíritu, mas cantaré también con entendimiento.” 1ª Corintios 14:15.
También se está utilizando en esta misma línea, las alabanzas denominadas “de Adoración”. No se si corresponde a una nueva estructura de himnología, porque tal vez con el paso del años muchas pasen a ser parte de alabanzas tradicionales, como lo fueron en su tiempo aquellas alabanzas que hoy componen nuestro himnario. El problema es que hasta el día en que terminé de escribir este tema, ninguna persona que entrevisté y que me habían manifestado su gusto y preferencia por la música de “alabanza y adoración” supo darme una respuesta concreta y creíble. Sólo les gustan y les llaman así, pero no saben por qué.
Sobre las técnicas de evangelización, mucho se puede decir, y estamos de acuerdo que hay unas más eficaces que otras. Pero hoy se ha llegado al punto de recurrir a las más diversas tácticas y formas para “atraer” a las personas, cayendo muchas de ellas en lo que hoy conocemos como el “Evangelio de Entretención”, donde es más importante entretener a las personas que hacerles ver su condición de pecadores y la necesidad de arrepentirse. Donde la calidad del espectáculo es más relevante que el contenido bíblico y doctrinal que pueda presentarse. Todo esto lo realizan – según dicen - con el fin de “llegar con el evangelio al mundo”, sin darse cuenta que en la práctica, lo que están haciendo es “traer el mundo a la iglesia”.
No vemos en esto una seriedad y respecto para con Nuestro Señor y Su palabra, mas bien, vemos una liviandad, otros intereses y falta de conocimiento de las escrituras.
Lo que en muchas iglesias se impone hoy, no es el consejo de la Palabra de Dios, sino la moda. Moda en la Biblia que se usa, en las alabanzas que se entonan, en las “frases cliché” que andan en labios de la hermandad. ¿No es todo esto para que nos preocupemos, para que nos miremos en primer lugar nosotros mismos y miremos también nuestras congregaciones?
Quizá para alguno, esto resulte nuevo, pero la verdad, mis queridos hermanos, que todo lo antes descrito es producto del descuido de los cristianos, porque Dios en Su Palabra ya nos ha advertido al respecto, Gálatas 1:7 “No que hay otro, sino que hay algunos que os inquietan, y quieren pervertir el evangelio de Cristo”.
Parece ser que a muchos les ha gustado las palabras del apóstol Pablo en 1ª Corintios 10:23 “Todo me es lícito...” y se han lanzado a buscar y aceptar todo cuanto les parezca bueno para introducirlo en las iglesias, claro según el parecer de ellos. Pero se olvidan de leer la continuación del versículo, que dice “Todo me es lícito, mas no todo conviene, todo me es lícito, mas no todo edifica”.
Habiendo analizado el por qué es necesario separarnos de todo tipo de contagio de las tinieblas, podemos entonces formularnos la siguiente pregunta:
Nos alegramos, como se alegró nuestro Señor, porque hemos comprendido el maravilloso privilegio de poder tener acceso a las verdades Bíblicas, poder comprenderlas y practicarlas. Pero el tener esta bendición, no nos debe llevar a tomar actitudes orgullosas o jactanciosas, pues Su palabra nos recuerda que “...Toda jactancia semejante es mala” y si hubiese algo de que gloriarnos, no es precisamente de nuestros conocimientos ni nuestras actitudes, “Mas el que se gloría, gloríese en el Señor”, 2ª Corintios 10:17.
Spurgeon dijo: “No propagues el error tratando de combatirlo”, algunos insisten en tener en cuenta este consejo, pero la exagerada prudencia, hace que muchos se vuelvan complacientes con las equivocaciones en las que están cayendo hoy muchos cristianos. Pero creo que más que prudencia, muchos cristianos y en especial muchos líderes, se escudan en la prudencia, para no transformarse en personas impopulares dentro de sus congregaciones, volviéndose permisivos con cuanta cosa sus miembros encuentren atractivas introduciéndolas así en sus iglesias.
Si vemos el peligro y no lo denunciamos, nos volvemos cómplices de aquello y no solo eso, sino que tendremos que sufrir las consecuencias. Por lo tanto, y como dijimos anteriormente, no es cosa de antojo o cosa de gusto el insistir, en que la iglesia debe alejarse de todo aquello que no es de Dios; sino, una orden y nuestra responsabilidad.
Nuestra responsabilidad, porque hemos sido “llamados de las tinieblas a la luz admirable”, por lo tanto ahora “andamos en luz” y nuestro deber es “Ser luz en medio de las tinieblas” y no “confundirnos con las tinieblas”.
Es nuestra responsabilidad, porque así lo demanda el amor a aquel que nos redimió en la cruz. El profeta Jeremías cansado de la impopularidad y afrentas que le ocasionaba, denunciar al pueblo y al rey los pecados en que habían incurrido, hablando duramente lo que Dios le había ordenado; tomó la determinación de no hablar y denunciar más la Palabra de Dios. Trabajó y se esforzó por no hacerlo, pero le fue imposible. (Jeremías 20:9).
Por más que busquemos excusas; por más que queramos tapar nuestra boca para no denunciar los errores, no tenemos disculpa alguna. Si amamos a nuestro Señor, si amamos a nuestros hermanos en Cristo, debemos ser leales y mostrar con claridad, a quienes insisten en buscar la comunión con las cosas de este mundo.
2ª Timoteo 4:1-2 dice: “Requiero yo pues delante de Dios, y del Señor Jesucristo, que ha de juzgar á los vivos y los muertos en su manifestación y en su reino. Que prediques la palabra; que instes á tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende; exhorta con toda paciencia y doctrina”.
Es nuestra responsabilidad entonces redarguir, reprender y exhortar a tiempo y fuera de tiempo, porque a los ángeles no ha sido encomendada esta tarea; tampoco a un grupo exclusivo de personas o líderes, sino a nosotros, los hijos de Dios, a la Iglesia de Cristo.
Al pueblo de Israel le fue ordenado entrar en la tierra prometida, destruir a todos sus moradores y jamás hacer alianza con ellos, porque de lo contrario terminarían cayendo en los mismos pecados de aquellos pueblos idólatras (Exodo 34:10-16). Pero el pueblo fue desobediente, se olvidó de las advertencias de Dios e hicieron alianzas con pueblos idólatras, y como resultado, vemos lo que exactamente Dios les indicó que pasaría.
Pretextos pueden haber muchos para justificar nuestra negligencia, pero no debemos olvidar que un día el Señor demandará de cada uno de nosotros, todo aquello que debíamos haber hecho y no lo hicimos; todo aquello que debimos en su tiempo denunciar y escogimos callar.
Fuente: Diario Digital de Berea
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