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Si estos pensamientos y estas palabras son oportunas, reflexione sobre ellas y, con la ayuda del Espíritu Santo, actúe con conciencia. Creo de todo corazón que son el mapa de carreteras digno de confianza para llegar a su vida y su familia.
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domingo, 25 de marzo de 2012

CON DIOS NUNCA ESTAS SOLO





"Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras" Hebreos 10:24
Desde un punto de vista estadístico, debería ser imposible sentirse solo en el planeta Tierra; Después de todo, hay más de 6,000 millones de personas en esta gran roca. Sin embargo, mucha gente en nuestro mundo se siente sola. Una mujer me dijo que ha vivido más tiempo que todos sus parientes cercanos y amigos. En su soledad ella, se pregunta por qué Dios permite que ella siga viviendo. Si te sientes solo, tal vez podamos animarte. Toma la Palabra de Dios averigua cómo pueden ayudar a mitigar tu soledad las tres acciones siguientes:


1-Aprende a estar contento. Lee Filipenses 4:10-13. Después, pídele a Dios que te ayude a depender de Él todos los días y a aprender a estar contento en cualquier situación.


2- Haz el bien a alguien. Lee Hebreos 13:1-3. Luego, busca a alguien que necesite ayuda. La soledad desaparecerá de ti y de esa otra persona.


3- Adora con el pueblo de Dios. Hebreos 10:21-25 hace hincapié en la importancia de adorar con otros creyentes. Busca a alguien con quien puedas alabar a Dios y conversar por un tiempo.
Si te sientes solo, apóyate en Jesús para que te haga sentir contento y satisfecho, ayuda a otra persona, posiblemente se siente tan sola como tú, y en la soledad de tu vida no te olvides de alabar a Dios, cántale al Señor con todo tu corazón y voz. Estas acciones van a cambiar tu manera de pensar y te recordarán que, cuando conoces a Dios, nunca estás solo.
Reflexión: Mucha gente se siente sola porque construye muros en vez de puentes
Autor: Editores de Nuestro Pan Diario

martes, 21 de junio de 2011

Vivir en complicidad con Jesús

Ven Jesús y ocupa tu lugar
Las prisas, el rutinario ir y venir de los días, el acelerado ritmo que la sociedad nos marca, vertiginoso y mareante.


Todo tiene su momento, pero no siempre aplicamos el tiempo en lo realmente merece la pena. Los días tienen su longitud, medida y espaciada en horas minutos y segundos, sirviéndonos de ello nos dedicamos a desempeñar pequeñas e insignificantes labores sin las cuales no podríamos ejecutar las tareas cotidianas.
 Creamos en derredor nuestro un compendio de acciones que tienen prioridad absoluta unas sobre otras. Existen asuntos preferentes y cosas irrelevantes.  Por ejemplo, hay quienes no podemos funcionar sin el café de la mañana, nos entontecemos y comenzamos el día de mal humor si nos falta ese elixir portador de cafeína. Hay quienes, y en esa actividad también me incluyo, necesitamos una despabilante ducha mañanera para dejar a un lado la modorra y emprender las tareas de la nueva jornada.

Labores simples sin las cuales algunos no somos aptos para funcionar.


Pero: ¿Somos capaces de emprender el día sin pasar un tiempo hablando con Dios?


¿Nos cuesta vivir diariamente sin detenernos a leer la palabra divina que tanto bien nos proporciona?


¿Son estas acciones prioritarias, o por el contrario son parte de las cosas casuales que se hacen de vez en vez?


Si mi café no va seguido de una charla con el Padre, mi día no comienza bien, es como si decidiera dejar a Dios en casa y emprender la jornada sola.


Cuando poso mis ojos en su palabra y recibo el ramalazo de una verdad sobrecogedora, me doy cuenta de que si diariamente hiciera una incursión en el libro de la vida, mis preocupaciones y mis ansiedades serían muy distintas, o ni tan siquiera serían.


Si a Dios no le damos el lugar que merece, no importa que otro lugar le demos. Si no lo posicionamos como prioridad absoluta en nuestras vidas, no tiene valor el lugar que ocupe.

 Omitimos a Dios cuando dedicamos gran parte de nuestro prestado tiempo en actividades diversas y alejadas de él.  Ciertamente la vida con sus quehaceres nos roba demasiadas horas, tenemos obligaciones que cumplir y no podemos zafarnos de ellas, pero también poseemos ese tiempo de recreo que ociosamente perdemos y no canalizamos de la forma debida.

Cada vez que apartamos un tiempo y lo dedicamos a relacionarnos con Él, todo cobra una dimensión muy distinta.

 Vivir en complicidad con Jesús te hace ser más partícipe de todos sus atributos poseyendo paciencia, amor, mansedumbre, templanza…

Tener encuentros diarios con su palabra te descubre un mundo interior que desconocías, te enseña a vivir de una forma diferente, un estado de plenitud realmente especial que sólo se consigue cuando decides apartar tiempo devocional y escuchar en silencio la voz de Dios.
 
Autores: Yolanda Tamayo

© Protestante Digital 2011

viernes, 25 de marzo de 2011

En la intimidad con Dios

Por César Aníbal Villamil
Moisés fue uno de los hombres más importantes en la historia del pueblo de Israel. Fue un libertador, un conquistador y un líder. Su historia dio los elementos necesarios para escribir libros, hacer películas, pintar un sinfín de cuadros y hasta para hacer una de las esculturas más hermosas de la historia de la humanidad, el insuperable «Moisés» de Miguel Ángel.
Bible and prayer 1Sin embargo, la característica más importante en su vida fue su relación íntima con Dios. De Moisés se dice que veía a Dios cara a cara, como habla cualquiera a su compañero (Éxodo 33.11). Y es esa relación íntima con Dios la que nos dejó uno de los eventos más particulares del AT.
«Después descendió Moisés del monte Sinaí con las dos tablas del Testimonio en sus manos. Al descender del monte, la piel de su rostro resplandecía por haber estado hablando con Dios, pero Moisés no lo sabía» (Éxodo 34.29)
Estar en la presencia de Dios había transformado el rostro de Moisés y él ni siquiera lo había notado. Estar en la presencia de Dios era algo normal en su vida.
¡El que tenga oídos para oír, oiga!
Ocho veces en los evangelios y ocho veces en Apocalipsis, Jesús utilizó esta frase para recordarnos que no es suficiente con tener oídos, hace falta usarlos.
Siempre utilizaba esa frase para resaltar la importancia de la enseñanza y para exhortar a sus oyentes a cumplir con ella. Y hubo dos enseñanzas prácticas de la vida de Jesús, que hoy quisiera compartir con ustedes.
Las Escrituras siempre resaltaron el oír y obedecer la Palabra de Dios. A decir verdad, el gran mandamiento que el pueblo de Israel aún hoy repite hasta el cansancio comienza con una exhortación a escuchar.
«Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas»
(Deuteronomio 6.4-9)
Nehemías y sus hombres recibieron elogios porque «estaban atentos al libro de la Ley» (Nehemías 8.3)
Para Jesús, pasar tiempo con la Palabra era tan importante como pasar tiempo en la oración.Leer la Biblia
Evidentemente Jesús lo hacía. Él se esforzaba deliberadamente para pasar tiempo a solas con Dios; pasaba regularmente tiempo con Dios, orando y escuchando.
Marcos 1.35 dice con respecto a Jesús: «Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba».
Lucas 5.15-16 agrega: «Su fama se extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírlo y para que los sanara de sus enfermedades. Pero él se apartaba a lugares desiertos para orar».
Si Jesús, el Hijo de Dios, el Salvador sin pecado del mundo, pensó que valía la pena buscar un tiempo especial para estar a solas con Dios, ¿no sería sabio que nosotros hagamos lo mismo?
No solamente pasaba tiempo orando a Dios sino que, como mencioné antes, invertía tiempo en la lectura de la Palabra de Dios.
En medio de la tentación Jesús resistió repitiendo de memoria la Palabra de Dios. Jesús no solamente leía las Escrituras sino que las memorizaba. A cada tentación, nuestro Salvador respondió comenzando con la misma frase: «Escrito está
Cuando en la sinagoga de Nazaret le dieron los rollos para que leyera, Jesús ubicó el pasaje que quería leer, lo leyó y hasta lo interpretó, pues dijo: «Hoy se ha cumplido esta escritura
Entonces vemos que Jesús tenía dos sanos hábitos: (1) El de la oración y (2) El de la lectura bíblica.
Si nuestra meta es ser más como Jesús debemos tener un tiempo regular para hablar con Dios y escuchar su Palabra.
Entonces, ¿de qué estamos hablando? ¿Del consabido devocional diario? No. Estamos hablando de algo mucho más importante.
Un tiempo y lugar regulares para tu encuentro con Dios
En la Universidad donde estudiaba, en los EE.UU., había un lugar apartado, desde donde se veía un río que corría muy por debajo de ese lugar. A lo lejos, la ciudad, mostrando su belleza pero no sus ruidos ni decadencias. Un lugar Neuquénrodeado de árboles, plantas, ardillas, pajaritos de los más variados colores y cantos. Una pérgola. Una mesa. Un asiento. Y, especialmente, el más profundo silencio. Sólo se podía escuchar el suave silbo del viento entre las hojas. Muchas veces pasaba mis tardes en ese lugar. Muchas veces estudiando para un examen. Muchas veces leyendo algún libro para mis estudios. Muchas veces orando y estando a solas con Dios. Para hablar con él y escuchar su voz.
¿Cuánto tiempo ha pasado, hermano, desde que le diste una porción de tu tiempo, sin diluir y sin interrupciones, a Dios, para escuchar su voz?
Selecciona un tiempo y un lugar y sepáralo para Dios. No es obligatorio que sea algún momento especial del día. Para muchos será a la mañana muy temprano. Para otros será a la noche, después de un día atareado. Para otros será otro momento. Busca la hora y el lugar apropiado y RESÉRVALO PARA EL SEÑOR. Pasa todo el tiempo que quieras. Dale más importancia a la calidad que a la cantidad. Tu tiempo con Dios debe durar lo suficiente como para que puedas decir lo que quieras decir y que Dios te diga lo que te quiera decir.
Esto nos lleva al segundo recurso. Tiempo con la Palabra.
Dios nos habla por medio de la Palabra. El primer paso al leer la Biblia es pedirle a Dios que nos ilumine para comprenderla cabal y personalmente.
Antes de leer la Biblia, ora. No te acerques a las Escrituras buscando tus propias ideas o para comprobar tus propias teorías, busca las de Dios. Lee la Biblia con oración. También léela con cuidado. Ora, leyendo la Biblia. Muchas veces los salmos pueden ayudarnos en nuestra alabanza y adoración personal.
Salmos 1.1-2 dice: «Bienaventurado el varón… que en la ley de Jehová está su delicia y en su Ley medita de día y de noche».
Leyendo la Biblia 1No es simple lectura de la Biblia, es deleitarse en ella.
Proverbios 2.4-5 dice: «Si la buscas como si fuera plata y la examinas como a un tesoro, entonces entenderás el temor de Jehová y hallarás el conocimiento de Dios.»