“DIOS ES GRANDE Y NOSOTROS NO LO CONOCEMOS” (Job 36:26)
Tu respuesta a esa pregunta determinará cómo vives tu vida. A no ser que creas que tu Dios es todopoderoso, omnipotente y que puedes acercarte a Él:
(a) vivirás en ansiedad, creyendo que todas las cosas dependen de ti.
(b) no compartirás tu fe por si acaso te ridiculizan o por no encontrar las palabras adecuadas.
(c) fallarás en ser generoso, pues la fuente de tu seguridad eres tú, no el Señor.
(d) procurarás no confrontarte con aquellos que lo necesitan, porque si no tienes seguridad de que eres aceptado por Dios, te vuelves esclavo de la opinión de los demás.
Vivimos en una era que va en contra de las sorpresas. Sabemos el sexo del bebé antes de su nacimiento. Tenemos identificado al que nos llama. ¡Aun sabemos quién saldrá electo antes de votar! Hemos disminuido la maravilla, el prodigio y el temor reverencial; sin embargo, lo sentimos en el alma. Cuando disminuyes tu concepto del Eterno para encajar tu propio entendimiento, oras sin fe, trabajas sin pasión, sirves sin gozo, y sufres sin esperanza. El resultado es temor, retirada y pérdida de visión.
Pero hay una cosa garantizada para que se restaure nuestro entendimiento de cuán grande es Dios: la adoración. Él nos ha creado de tal manera que cuando experimentamos algo que inspire temor reverencial, sentimos la necesidad de alabarlo, ¡de “envolver” palabras a su alrededor! No adoramos al Señor porque Él lo necesita, sino porque ¡nosotros lo necesitamos! Sin adoración, nuestra percepción de Dios es incompleta: (1) Olvidamos cuán grande es Él realmente; (2) No vemos nuestro llamamiento y nos involucramos en nosotros mismos; (3) Perdemos nuestro sentido de asombro y gratitud, andando por la vida con los ojos vendados; (4) Nos volvemos autosuficientes, tercos, y orgullosos. Así que, ¿has adorado a Dios hoy?
No hay comentarios:
Publicar un comentario