Por el Pastor John MacArthur.
Al acercarse el tiempo de Navidad, preguntas como ésta surgen algunas veces. Como todo en la vida, es importante abordar estos asuntos con discernimiento bíblico.
En este caso, no vemos nada incorrecto en el árbol de Navidad tradicional. Sin embargo, algunos han enseñado que está mal tener un árbol de Navidad en casa. ¿Son válidas sus razones? No lo creo.
Consideremos las dos objeciones más comunes que las personas hacen contra el árbol de Navidad.
Primero, algunos afirman que los árboles de Navidad tienen orígenes paganos. Sin embargo se cree que Bonifacio, aquel misionero inglés en la Alemania del siglo octavo, instaló el primer árbol de Navidad. Él habría reemplazado así los sacrificios al roble sagrado del dios Odin por un árbol adornado en tributo a Cristo. Otros relatos afirman que Martín Lutero introdujo el árbol de Navidad iluminado con velas. Basados en esa información podriamos decir que el árbol de Navidad tiene un pedigrí cristiano distinguido.
Sin embargo, aún si un trasfondo pagano pudiera ser claramente establecido, esto no necesariamente significa que deberíamos abstenernos de usar o disfrutar un árbol de Navidad. Quizás la siguiente analogía nos ayude a comprenderlo mejor:
Durante la Segunda Guerra Mundial, las Fuerzas Armadas americanas destinaron cierta cantidad de islas remotas del Pacífico Sur como pistas de aterrizaje temporales y depósitos de suministros. Nunca antes las tribus indígenas de aquellas regiones habían visto de cerca la tecnología moderna. Los grandes aviones de carga llevaban a las islas bienes materiales desconocidos para los lugareños: encendedores (que éstos consideraron milagrosos), jeeps, refrigeradores, radios, herramientas mecánicas, y comida variadísima. Cuando la guerra terminó, los isleños concluyeron que los hombres que habían traído aquellos enseres y que luego se habían ido eran dioses del cargamento, por lo que construyeron santuarios para expresar su esperanza de que éstos volverían con más bienes.
La mayoría de la gente ni siquiera sabe acerca de esta superstición religiosa. Del mismo modo, pocos saben acerca de la adoración de los árboles. Cuando un niño saca un regalo de debajo del árbol de Navidad y desenvuelve un gran avión de carga a escala, nadie mira aquel objeto como un ídolo. Ni se mira al árbol de Navidad como si fuera una especie de dios del regalo. Comprendemos la diferencia entre un juguete y un ídolo tal como, claramente, comprendemos la diferencia entre un ídolo y un árbol de Navidad.
No vemos ninguna razón válida para hacer cualquier conexión entre los árboles de Navidad y los ídolos de madera o la adoración a los árboles. Aquellos que insisten en hacer tales asociaciones deben tomar nota de las advertencias de la Biblia en contra de juzgar a otros en las cosas dudosas (ver Romanos 14 y 1 Corintios 10:23-33).
Otro argumento común contra los árboles de Navidad es que los tales están prohibidos en Jeremías capítulo 10. Sin embargo, una mirada más cercana a ese capítulo demuestra que no tiene que nada que ver con árboles navideños sino que se refiere a la adoración de ídolos tallados en madera. El versículo 8 dice contundente: “Enseñanza de vanidades es el leño”, es decir, la doctrina sobre el culto a los ídolos de madera no tiene valor alguno.
El culto al ídolo es ciertamente una violación evidente al mandamiento que dice: “No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás…” Mas no hay ninguna conexión entre la adoración de ídolos y el uso de árboles de Navidad, así que ni siquiera deberíamos preocuparnos por los argumentos que, sin fundamento, combaten la decoración navideña. Más bien deberíamos enfocarnos en Jesucristo, el centro de la Navidad, mostrando toda diligencia en recordar la razón verdadera de las celebraciones de esta temporada.
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