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Si estos pensamientos y estas palabras son oportunas, reflexione sobre ellas y, con la ayuda del Espíritu Santo, actúe con conciencia. Creo de todo corazón que son el mapa de carreteras digno de confianza para llegar a su vida y su familia.

jueves, 2 de enero de 2014

Todos fallamos, pero todos podemos ser perdonados y restaurados


Enrique Monterroza 


Dios: Todos fallamos, pero todos podemos ser perdonados 

¿Quién de nosotros no ha cometido grandes errores?, ¿Quién de nosotros no ha tomado una mala decisión que ha traído tristes consecuencias?, ¿Quién de nosotros no ha cometido algún pecado que nos ha traído vergüenza y tristeza? 
A veces se nos olvida que no somos tan perfectos como “nos creemos”, a veces se nos olvida que tenemos un cuerpo corrupto, con deseos engañosos, muy pero muy inclinado a hacer siempre lo malo, así es nuestra naturaleza, pecaminosa. 
En una ocasión una multitud seguía a una mujer adultera para apedrearla, pero para que tengamos más clara la historia se las coloco a continuación: 
“Al día siguiente, al amanecer, Jesús regresó al templo. La gente se acercó, y él se sentó para enseñarles. Entonces los maestros de la Ley y los fariseos llevaron al templo a una mujer. La habían sorprendido teniendo relaciones sexuales con un hombre que no era su esposo. Pusieron a la mujer en medio de toda la gente, y le dijeron a Jesús: —Maestro, encontramos a esta mujer cometiendo pecado de adulterio. En nuestra ley, Moisés manda que a esta clase de mujeres las matemos a pedradas. ¿Tú qué opinas? Ellos le hicieron esa pregunta para ponerle una trampa. Si él respondía mal, podrían acusarlo. Pero Jesús se inclinó y empezó a escribir en el suelo con su dedo. Sin embargo, como no dejaban de hacerle preguntas, Jesús se levantó y les dijo: —Si alguno de ustedes nunca ha pecado, tire la primera piedra.Luego, volvió a inclinarse y siguió escribiendo en el suelo. Al escuchar a Jesús, todos empezaron a irse, comenzando por los más viejos, hasta que Jesús se quedó solo con la mujer. Entonces Jesús se puso de pie y le dijo: —Mujer, los que te trajeron se han ido. ¡Nadie te ha condenado! Ella le respondió: —Así es, Señor. Nadie me ha condenado. Jesús le dijo: —Tampoco yo te condeno. Puedes irte, pero no vuelvas a pecar.

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