En los apuntes del evangelista Mateo, encontramos las siguientes palabras proferidas por el Maestro de Nazaret: Si tus ojos son buenos, todo tu cuerpo tendrá luz.
La frase nos llevó a meditar acerca de ese patrimonio de todos, que son los ojos.
En el mundo encontramos ojos muy diferentes, no solamente en formatos y colores, mas en cualidades íntimas.
Encontramos los ojos que ven las escenas de la vida por el prisma de la malicia, deformando todo lo que alcanzan.
Existen los ojos de celos, que despejan chispas de odio, ante la posibilidad mínima de perder lo que consideran objeto de su propiedad.
Hay los ojos que hieren, capaces de intimidar subalternos y criaturas de condición social inferior. Ojos de agresión que censuran sin palabras y agreden sin pestañear.
Ojos de frialdad que observan el dolor, la desesperanza, la miseria sin conmoverse. Despejan tal frio que impiden al necesitado de extender la mano en súplica o expresar el propio infortunio en palabras.
Ojos que perturban cuando encaran a otros y llegan a desanimar a los que están intentando realizar algo de bueno, y se muestran hasta tímidos.
Ojos de desesperación que miran el panorama que los circunda y solamente consiguen percibir aflicción y abandono. Levantan el mirar en el sentido del firmamento y no perciben las estrellas que iluminan la noche oscura, con sus rayos brillantes.
Ojos capaces de registrar los males ajenos, desconsiderando las virtudes que se ocultan en todo ser humano.
Ojos de irritación que expresan su desagrado ante el alboroto infantil que manifiesta su alegría de vivir, ante las voces de los animales que dicen de su vitalidad, ante el pequeño tropiezo involuntario en la calle, en el mercado, en la conducción urbana.
Ojos de crueldad que hieren a quien alcanzan, que hacen al animal encogerse a un canto, al niño callar en constreñimiento y a la propia naturaleza establecer una pausa en su concierto constante.
¿Cómo serán nuestros ojos?
Si deseamos ennoblecer los recursos de la visión que nos enriquecen la vida, amemos y ayudemos, aprendamos a perdonar siempre, cultivemos el bien en nosotros, pues la expresión de nuestro mirar habla de lo que nos sucede en la intimidad y nos alimenta el alma.
Cada uno ve el paisaje que observa conforme el color de los lentes que tiene sobre los ojos. Esto equivale a decir que los tristes ven panoramas desoladores, mientras los optimistas descubren colores vibrantes y alegría en todas partes.
Somos responsables por la forma como utilizamos nuestros ojos, desde que ellos son uno de los talentos que Dios nos concede para instrumento de progreso.
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