Hemos dicho que el águila puede llegar a vivir hasta 70 años. Pero esto no llega solo, requiere de una transformación. A los 40 años toda ella está “oxidada” para seguir volando. Sus uñas están apretadas y flexibles, esto le dificulta tomar la presa. Su pico largo y puntiagudo, se curva, dirigiéndose hacia el pecho. Sus alas están envejecidas y pesadas y sus plumas gruesas. Frente a esto el águila tiene dos alternativas: morir o enfrentar un doloroso proceso de renovación que durará 150 días. Lo primero que hace es volar hacia una montaña de donde no pueda salir. Una vez allí comienza a golpear su pico con la pared hasta arrancarlo. Con el pico crecido desprenderá todas sus uñas. Con sus uñas crecidas comenzará a desplumar sus plumas viejas. Después de cinco meses, sale para un vuelo de renovación y a vivir 30 años más. Parecido a esto es lo que hace Dios cuando decidimos levantarnos; porque: “Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias. El que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordia; el que sacia de bien tu boca, de modo que te rejuvenezcas como el ÁGUILA”. (Salmo 103: 3-5).
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