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Si estos pensamientos y estas palabras son oportunas, reflexione sobre ellas y, con la ayuda del Espíritu Santo, actúe con conciencia. Creo de todo corazón que son el mapa de carreteras digno de confianza para llegar a su vida y su familia.

sábado, 23 de julio de 2011

Rituales de fachada e hipocresía

Rituales de fachada e hipocresía

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

   “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mateo 5.7.
 

 El culto o ritual a Dios que no va precedido de la práctica de la misericordia es hipocresía.  Simple fachada religiosa. El culto debe estar impregnado, antecedido y seguido de la práctica de la misericordia para con los débiles del mundo.

Analizar el tema de la misericordia en esta serie en la que estamos hablando del Evangelio a los pobres y de la ayuda al prójimo, siguiendo las enseñanzas y ejemplo de Jesús, es un tema central y al que se le debería dar especial relieve. Además, la misericordia es una de las características de Dios, lento para la ira y grande en misericordia. De alguna manera, si el amor a Dios y el amor al prójimo están en relación de semejanza, a través de la misericordia el hombre se asemeja a Dios, participa de la divinidad.  El que llamándose cristiano es inmisericorde con el prójimo, es mentiroso. El no practicar la misericordia nos aleja de Dios. La práctica de ritos religiosos alejados de la misericordia, son simple fachada y nos hunde en la hipocresía.

Jesús llama bienaventurados a los misericordiosos, porque nos acerca a la misericordia de Dios para con nosotros. Ante la falta de misericordia, los rituales y todo intento de culto a Dios se derrumban. No es posible hacer un ritual o culto agradable a Dios, si falla la misericordia.

 La misericordia es la característica central de toda acción social cristiana , de la práctica de la projimidad en la que tanto insistió Jesús. El samaritano de la parábola es buen prójimo, porque fue movido a misericordia. La actitud del sacerdote y del levita que dieron prioridad al ritual, es una actitud que condena y separa de Dios. No fueron movidos a misericordia. No sería posible ni siquiera entrar en el templo a los inmisericordes, a los que no se han reconciliado con el hermano, con el prójimo pobre, con el oprimido, con el excluido e indignamente tratado. Así, Jesús nos dice que antes de entrar en el templo nos reconciliemos con nuestro hermano. ¿Hasta qué punto tenemos esto en cuenta en nuestra práctica cúltica?

Los que no tienen misericordia con el prójimo en necesidad, con el prójimo robado, despojado, apaleado y tirado al lado del camino, como ocurre con los pobres y sufrientes del mundo, podrán asistir a las iglesias, practicar el ritual, leer la Biblia diariamente, alabar, orar, hacer genuflexiones, levantar las manos… No vale para nada. Las ventanas de los cielos están cerradas para ellos y Dios es sordo a las plegarias de los que no practican la misericordia. No pueden ser bienaventurados.

 Si analizamos la vida de Jesús, sus enseñanzas y sus hechos, veremos que la vida del Maestro es un grito urgente por misericordia. De nada valen los diezmos ni los sacrificios : “Misericordia quiero y no sacrificio”, nos dirá el Señor. La Biblia nos insiste en que si supiéramos lo que significa “misericordia quiero y no sacrificio”, no condenaríamos a tantos inocentes del mundo.

Jesús critica a los religiosos que practican toda clase de ritual, que incluso se esfuerzan por diezmar la menta, el eneldo y el comino. O sea, personas que se toman en serio lo que creen ser sus responsabilidades para con Dios, incluso diezmando sus haberes para dar al templo. Pero vemos a Jesús gritar contra ellos de una forma tremendamente dura y fuerte: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! Porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe”.

 Es importante ver cómo en este trío de conceptos, Jesús relaciona la misericordia con la justicia.  La justicia y la misericordia deben marchar juntas. Los misericordiosos deben caminar de la mano de la justicia. Este es un concepto fundamental en la acción social cristiana para superar el asistencialismo. La misericordia es fundamental, pero se sublima cuando se une a la búsqueda de la justicia en el mundo. También es importante ver como se junta, en estos tres conceptos, la misericordia con la fe. La fe también es un motor de acción. San Pablo define a la fe como actuando por el amor. Amor es el otro concepto que habría que añadir a la misericordia. Conceptos coimplicados con el culto.

Los religiosos que se centran en la práctica de los rituales y que siguen su ética de cumplimiento con aquello que se les demanda en relación con el culto y con el templo, pero que no son misericordiosos, están mutilando el auténtico Evangelio. Jamás podrán ser bienaventurados. Tienen que ser movidos a misericordia, que es también una característica de Dios mismo que es movido a misericordia para con nosotros.

Dios, que es misericordioso para con nosotros, quiere que nosotros también seamos misericordiosos para con nuestro prójimo en necesidad. Si recibimos la misericordia de Dios, sin dar nosotros misericordia a nuestro prójimo, somos peores que los ateos. El mandamiento de Dios es claro: “Sed misericordiosos, como vuestro Padre que está en los cielos es misericordioso”. Así, el que no practica la misericordia, aunque huela a incienso o a sacristía, su olor religioso será falso. Cuando falta el olor de la misericordia, todo el cumplimiento religioso se transforma en hipocresía. Nos convertimos en sepulcros blanqueados por fuera, pero que por dentro son putrefacción. Nuestros cultos se convierten en cultos de fachada e hipocresía.

 “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”, dice la bienaventuranza. No pretendamos alcanzar nunca la misericordia de Dios desde la indiferencia ante el dolor del prójimo empobrecido y marginado , no pretendamos alcanzar la misericordia de Dios desde el ritual insolidario con el prójimo e inmisericorde. No pretendamos hacer un culto acepto a Dios, de forma inmisericorde para con los pobres de la tierra, para con los sufrientes del mundo.

No nos equivoquemos, no sea que en nuestra vivencia religiosa estemos colando el mosquito y nos estemos tragando el camello. El camello de la opresión, el despojo del prójimo sumido en pobreza y en la infravida y el camello de la injusticia que impera en un mundo desigual… el gran camello de la falta de misericordia. Camello que derrumba toda la estructura cúltica.
 
Autores:Juan Simarro Fernández

©Protestante Digital

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