“…MUY DE MAÑANA., SALIÓ Y SE FUE A UN LUGAR DESIERTO, Y ALLÍ ORABA” (Marcos 1:35)
Un líder cristiano muy conocido escribió: “Solía intentar orar sobre la marcha, hasta que se hizo evidente que el ritmo de mi vida superó mi capacidad de examinarlo detenidamente. Me agobió el estar muy activo a todas horas, y raramente reflexionar acerca de lo que estaba haciendo. Al terminar el día, solía preguntarme si mi labor tenía significado alguno. Así que desarrollé mi propia manera de practicar el silencio delante de Dios. Se llama “llevar un diario”.
Es una de las disciplinas espirituales que realmente va bien conmigo y no pienso abandonarla, porque ha enriquecido tanto mi vida. Tras abrir mi diario, reflexionar sobre el día anterior, y apuntar mis pensamientos y oraciones, mi espíritu es receptivo. Luego me quedo sentado en silencio y sencillamente digo: “Señor, te invito a que me hables”. Son los momentos siguientes los que realmente tienen importancia. Me gusta mi forma de calmar la mente y prepararme para escuchar a Dios hablar; funciona muy bien conmigo. Pero sé que no funcionará con todos. Algunos no aguantan escribir nada, y mucho menos diarios y oraciones; prefieren hablar con Dios silenciosamente. A otros les va bien meditar sin escribir o decir una palabra. Y otros vienen “…ante su Presencia con regocijo” (Salmo 100:2b). Lo importante es no seguir un método en particular, sino encontrar una forma que funcione para ti. ¡Adopta un enfoque que calme tu mente acelerada, suavice tu corazón, y te permita escuchar lo que Dios te está diciendo!
“…ENTRÓ EL REY DAVID Y SE PUSO DELANTE DEL SEÑOR…” (2 Samuel 7:18)
Aquí te dejo 3 razones por las que no escuchamos a Dios con más frecuencia:
(1) No sabemos cómo manejar su silencio.
Cuando Dios parece estar callado, pensamos: ‘¿He pedido mal? ¿Fui torpe al esperar una respuesta?’. ¡No te perturbes! Dios es un ser vivo, y no un contestador automático; Él habla cuando tiene algo que decirte;
(2) No estamos atentos a la voz de Dios.
Además de apartar un rato tranquilo para poder escuchar a Dios, hemos de aprender cómo mantener nuestros oídos afinados a su voz todos los días. Un autor creyente escribió:“Un amigo mío tiene su coche de la empresa equipado con radio AM/FM, CD y teléfono móvil, y tiene todos trabajando a un nivel de decibelios muy bajo. A menudo, cuando estamos viajando en su coche, hablando y escuchando música, de pronto toma el auricular y dice: ‘Aquí estoy; ¿qué pasa?’. Con todos los demás ruidos en el coche yo nunca oigo el sonido del teléfono, pero él tiene el oído afinado. Es capaz de llevar una conversación y escuchar música sin perder ni una sola llamada”. Para ti también es posible desarrollar la misma sensibilidad hacia la voz de Dios.
(3) No nos proponemos hacer algo al respecto.
Cuando el Señor nos habla, escuchamos, asentimos y decimos: “¡Vaya; qué interesante!”. Si no seguimos su guía, puede que Dios no vea la razón para seguir hablando. Cuando nos habla, suele tener un sólo propósito: ¡la obediencia!
La Obediencia es la parte culminante, es el proposito final por el cual el Señor nos habla, presta atención cada día, Dios siempre quiere decirnos algo para llamarnos a la obediencia o para afirmarla en el camino correcto.
Bueno, ahora estás preparado para oír a Dios con más frecuencia, no dejes que LAS MUCHAS VOCES DEL MUNDO interrumpan lo más precioso: Que es oír y obedecer la voz de Dios.
Mil Bendiciones!
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