En Latinoamérica “buen nombre” es sinónimo de fama de honradez, rectitud y transparencia. Quizá ha perdido ese “buen nombre” por obrar sin pensar detenidamente lo que hacía. Una mentira al descubierto, un robo así parezca insignificante, incumplir aquello que prometió… Hay muchas maneras de faltar a la integridad…
El mundialmente conocido conferencista y autor, Billy Graham, enseña que: “…la pureza de la conducta va ligada a la veracidad. La Biblia enseña que debemos ser personas veraces. ¡Con qué severidad cuestionó el Señor Jesús la hipocresía de los escribas y fariseos! En el Sermón del monte cuestionó el que se dieran ofrendas, se hiciera ayuno u oración con hipocresía. También debemos ser veraces—hablar con la verdad—cuando de lo que—en nuestra vocación–, hemos logrado en el pasado. Dios no nos pide que subestimemos los hechos tratándolos con excesiva modestias. Eso podría llegar a ser hipocresía. Pero tampoco quiere Dios que exageremos ni con el pensamiento ni con las palabras al referirnos a nuestros dones o éxitos. Cualquier cosa contraria a la verdad, es una mentira…” (Joan Winmill Browm. “Día a día con Billy Graham. Casa Bautista de Publicaciones. 1986. EEUU. Reseña Marzo 2)
Reconozca que el más perjudicado es usted. Los demás no tienen credibilidad en sus acciones.
Hoy es el día para comenzar de nuevo. Es volver a andar por el sendero del bien que tal vez hayamos descuidado. Es recobrar lo perdido.
El poder para cambiar, incluso en aspectos en apariencia triviales, proviene de Dios. Al someternos a Él, opera la transformación que tanto ha anhelado y que ha sido difícil de alcanzar en nuestras fuerzas. ¡Hoy es el día para comenzar de nuevo!.
¿Ya dio pasos firmes hacia el cambio?
Es probable que en su camino hacia el cambio haya encontrado tropiezos. Ocurre porque depende de sus fuerzas y de las fuerzas que provienen de Aquél que todo lo puede. ¿Cómo lograrlo? Dando pasos concretos. El primero y más importante es recibir al Señor Jesús como su único y suficiente Salvador.
¿Cómo recibirlo en nuestro corazón? Con una oración sencilla. Dígale: “Señor Jesús, reconozco que he pecado. Gracias por perdonar todos mis pecados mediante tu sacrificio en la cruz. Anhelo cambiar. Solo tú puedes ayudarme. Te recibo como mi Salvador. Haz de mí la persona que tú quieres que yo sea. Amén”.
¡Felicitaciones! Ha tomado la mejor decisión de su vida. Cristo Jesús transformará su ser. Ahora tengo tres recomendaciones: la primera, haga de la oración un principio de vida diaria. Orar es hablar con Dios; la segunda, aprenda en las Escrituras principios prácticos que traerán cambio a su existencia, y la tercera, comience a congregarse en una iglesia cristiana. ¡Su vida jamás será igual!
© Fernando Alexis Jiménez
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