Fernando Alexis Jiménez
La mujer se quedó mirando al empleado bancario cuando le dijo que no podría pagarle la pensión de aquél mes. “De acuerdo con nuestros registros, usted murió hace dos meses”, le dijo. Ella insistió en que consultara el computador, pero la base de datos arrojaba de nuevo la información equivocada. “Lo que debe hacer ahora es reportarse a la Registraduría para que corrijan el error, porque usted está legalmente clara”, le dijo el joven.
Su información personal, por mucho que se esforzaron aquél día, no apareció. ¡Estaba borrada! Igual ocurre cuando Dios perdona nuestros pecados. Nada podrá traerlos de nuevo delante del Padre porque Él hace una obra perfecta y arroja nuestros pecados y delitos a lo profundo del mar.
Cuando vamos a Dios en sincero arrepentimiento en procura de perdón, Él en su infinito amor y misericordia, nos perdona.
¿Qué ocurre entonces con el pecado cometido? Dios lo olvida, tal como leemos en las Escrituras:“¿Qué Dios hay como tú, que perdona la maldad y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en la misericordia. Él volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades y echará a lo profundo del mar todos nuestros pecados”(Miqueas 7:18, 19).
Hay términos del texto bíblico que vale la pena subrayar. Le invito para que lo lea de nuevo y anote, entre las características de Dios, que Él es misericordioso, olvida el pecado, deja de lado su enojo y echa en lo profundo del mar nuestros errores.
¿Dios ya le perdonó? Por supuesto que sí. Lo hizo desde el mismo momento en que usted fue a su presencia arrepentida en procura de ser perdonada.
¿Qué sigue ahora? Perdonarse a sí misma. Ese es el paso a seguir. Si Dios en su infinita bondad la perdonó, ¿qué sentido tiene que usted se siga sintiendo indigna y culpable?
Recuerde que además de amar a Dios, es necesario que aprendamos a desarrollar amor propio, como enseñó el Señor Jesús.
En cierta ocasión fue interrogado por algunas personas respecto a cuál era el más grande e importante mandamiento. “Jesús le dijo:–Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”(Mateo 22:37, 38).
Usted debe amarse a sí mismo y, por tanto, perdonarse. Gracias al Señor Jesús delante de él se abre una enorme oportunidad para comenzar de nuevo.
No deje de congregarse porque, sin duda, en nada contribuirá a salir de la situación que enfrenta. El Señor Jesucristo mismo, de quien debe marchar tomada de su mano y en oración, es quien obrará la sanidad interior que tanto necesita…
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