Los precios de las Biblias varían según la editorial que las produzca. En Ecuador, por ejemplo, los precios de las Biblias son accesibles pues la Sociedad Bíblica Peruana subvenciona las Biblias. Pero ese no es el valor de la Biblia. La Biblia vale muchísimo más de lo que podemos imaginar. Ha costado la sangre y el sacrificio de muchísimos fieles y valientes siervos de Dios a través de las edades. Los escribas de tiempos remotos copiaban con esmero las Escrituras en pergaminos, en papiros y en pieles de animales. Tenían rituales especiales de limpieza porque la consideraban la santidad de la Palabra como algo de suma importancia. Si cometían un error comenzaban de nuevo. Muchos traductores de la Biblia dieron su vida como mártires para que nosotros hoy tengamos la Palabra a nuestro alcance.
Todavía hay muchos que no tiene la Biblia porque el trabajo de traducción todavía sigue su curso; pero los que hablamos inglés o español o tantos otros idiomas tenemos la ventaja de escoger entre varias versiones, modelos, y tamaños.
Yo tengo una torre de Biblias. Es casi vergonzoso reconocerlo cuando hay hermanos en Cristo en otros lugares que no tienen siquiera un ejemplar. Tengo mis Biblias en sueco, cada una con una historia específica de cómo la conseguí. Tengo mis Biblias en español que he ido coleccionando al correr de los años. Una que valoro mucho me la obsequiaron en Argentina en agradecimiento por haber sido intérprete de un pastor que enseñó en una escuela bíblica en Buenos Aires (1966).
Otra que aprecio mucho es la «Biblia Devocional para la Mujer» que tuve el privilegio de redactar y organizar con la colaboración de siervas de Dios de todas las Américas.
Pero de nada me vale todo este tesoro si no abro alguna de ellas y alimento mi alma. Puedo tener millares de Biblias y sin embargo estar raquítica espiritualmente. Dios nos ha dado la Biblia para que nos alimentemos.
Se cuenta que durante la gran persecución en Rusia algunos escondían sus Biblias dentro de hogazas de pan para que no la descubrieran. El misionero Adoniram Judson fue encarcelado y torturado. Él escondía su obra de traducción de la Biblia en una almohada dura que nadie investigaba. Incontables siervos de Dios han tenido que idear maneras de proteger la Palabra. Hoy la Biblia o partes de ella han sido traducidas a más de 2.300 idiomas. El trabajo es arduo pero se continúa permanentemente.
Tener una o varias Biblias es un privilegio pero también es una responsabilidad: La responsabilidad de leer la Biblia, alimentarnos de ella y vivir de acuerdo a sus enseñanzas.
Fuente: Labibliaweb.com
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