Cabecera

Si estos pensamientos y estas palabras son oportunas, reflexione sobre ellas y, con la ayuda del Espíritu Santo, actúe con conciencia. Creo de todo corazón que son el mapa de carreteras digno de confianza para llegar a su vida y su familia.

lunes, 13 de mayo de 2013

Tomarse a Dios en serio

responsable.jpg
“[LOS CREYENTES] PERSEVERABAN UNÁNIMES CADA DÍA EN EL TEMPLO…” (Hechos 2:46)
Se estima que en la actualidad hay más de quinientos mil millones de cristianos practicantes en el mundo. Pero la iglesia de hoy no existiría si no hubiera sido por un grupo pequeño de discípulos que se dedicaron en cuerpo y alma a Cristo. Las cosas de Dios para esos primeros cristianos no eran un interés pasajero, ni un compromiso que realizaban cuando les resultaba conveniente: eran su mayor prioridad en la vida. Si quieres tomarte en serio las cosas de Dios, reflexiona en los aspectos que ellos consideraron fundamentales.

Primero se tomaron en serio la iglesia: “[Los creyentes] perseveraban unánimes cada día en el Templo…” (Hechos 2:46). ¿Asistes a la iglesia solo esporádicamente? ¿Te molesta cuando el servicio dura más de una hora o el ministro se alarga diez minutos? ¿Es una vez por semana tu tope de asistencia? No fue así para los primeros cristianos del Nuevo Testamento. ¿Qué les atraía al Templo? ¿La orquesta y el coro? ¿Las tecnologías de última hora usadas en los servicios o los programas para los jóvenes? ¿Tenían estos creyentes menos responsabilidades que nosotros? ¡En absoluto! Su vida era mucho más dura que la nuestra; todo llevaba más tiempo y era más inconveniente. Sin embargo su encuentro con Jesús transformó de tal modo su escala de prioridades que “…no dejaban de reunirse en el templo ni un solo día…” (Hechos 2:46 NVI). Tenían anhelo de reunirse en la presencia de Dios, creyendo Su promesa: “…Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20). Tomarse en serio a Dios requiere congregarse regularmente con otros cristianos para experimentar ese aspecto único de Su presencia, oír su voz juntos y animarse los unos a los otros (Hebreos 10.25). Necesitas esa dimensión particular de la comunión con Dios que se produce únicamente cuando su familia se reúne en Su presencia.

No hay comentarios: