Luego de escuchar la declaración de Pedro ante la pregunta de su identidad, Jesús exclamó: «Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos».
No cabe duda de que este momento posee profundo significado espiritual, aunque seguramente Pedro no percibía por completo la dimensión de sus palabras. No obstante, la respuesta de Cristo revela que el Señor consideraba que el conocimiento que el humilde pescador de Galilea poseía acerca de Su identidad constituía la base sobre la cual se construye una sólida experiencia espiritual. Por esto, Jesús no dudó en señalar que era un hombre bienaventurado.. Es la condición resultante del favor especial de Dios sobre la vida, la consecuencia de un acto de gracia que le ha dado a un persona acceso a tesoros que no podría alcanzar por iniciativa propia. Decir que alguien es bienaventurado no solamente implica que la bondad de lo alto ha sido derramada sobe su vida, sino que se anticipa a las consecuencias futuras de esa bendición. Este aspecto es el que el Mesías resalta especialmente, pues en la declaración que sigue a esta confesión describe las consecuencias que tendrá esta revelación sobre la vida de Pedro.
El segundo elemento que resalta Jesús de la declaración de Pedro es la naturaleza de su origen. Cristo inmediatamente aclara que él no ha arribado a esta conclusión como consecuencia de una cuidadosa deducción de los hechos, ni por un elaborado proceso de lógica. Esta clase de información, señala el Hijo de Dios, solamente puede ser obtenida mediante un acto de revelación del Padre. Si el Señor no escoge dar a conocer su identidad, las personas no podrían acceder a ella, aun cuando fueran poseedoras de las condiciones más privilegiadas para lograrlo.
Reparar en esta verdad es fundamental para nosotros, porque muchas veces vivimos bajo la convicción de que si ponemos suficiente empeño y disciplina en el estudio de la Palabra, conseguiremos acceder a los conceptos más misteriosos de la persona de Dios. No cabe duda de que hemos sido llamados a estudiar con diligencia las Escrituras, a escudriñar con cuidado sus verdades.
La revelación que recibió Pedro se relaciona primordialmente con la esfera espiritual de su vida y por eso las consecuencias esta en su relación con Dios son tan dramáticas. Este conocimiento es un regalo de lo alto y cada revelación debe ser atesorada como un milagro del Dios que escoge mostrarse a seres tan pequeños como nosotros.
No cabe duda de que este momento posee profundo significado espiritual, aunque seguramente Pedro no percibía por completo la dimensión de sus palabras. No obstante, la respuesta de Cristo revela que el Señor consideraba que el conocimiento que el humilde pescador de Galilea poseía acerca de Su identidad constituía la base sobre la cual se construye una sólida experiencia espiritual. Por esto, Jesús no dudó en señalar que era un hombre bienaventurado.. Es la condición resultante del favor especial de Dios sobre la vida, la consecuencia de un acto de gracia que le ha dado a un persona acceso a tesoros que no podría alcanzar por iniciativa propia. Decir que alguien es bienaventurado no solamente implica que la bondad de lo alto ha sido derramada sobe su vida, sino que se anticipa a las consecuencias futuras de esa bendición. Este aspecto es el que el Mesías resalta especialmente, pues en la declaración que sigue a esta confesión describe las consecuencias que tendrá esta revelación sobre la vida de Pedro.
El segundo elemento que resalta Jesús de la declaración de Pedro es la naturaleza de su origen. Cristo inmediatamente aclara que él no ha arribado a esta conclusión como consecuencia de una cuidadosa deducción de los hechos, ni por un elaborado proceso de lógica. Esta clase de información, señala el Hijo de Dios, solamente puede ser obtenida mediante un acto de revelación del Padre. Si el Señor no escoge dar a conocer su identidad, las personas no podrían acceder a ella, aun cuando fueran poseedoras de las condiciones más privilegiadas para lograrlo.
Reparar en esta verdad es fundamental para nosotros, porque muchas veces vivimos bajo la convicción de que si ponemos suficiente empeño y disciplina en el estudio de la Palabra, conseguiremos acceder a los conceptos más misteriosos de la persona de Dios. No cabe duda de que hemos sido llamados a estudiar con diligencia las Escrituras, a escudriñar con cuidado sus verdades.
La revelación que recibió Pedro se relaciona primordialmente con la esfera espiritual de su vida y por eso las consecuencias esta en su relación con Dios son tan dramáticas. Este conocimiento es un regalo de lo alto y cada revelación debe ser atesorada como un milagro del Dios que escoge mostrarse a seres tan pequeños como nosotros.
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