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Si estos pensamientos y estas palabras son oportunas, reflexione sobre ellas y, con la ayuda del Espíritu Santo, actúe con conciencia. Creo de todo corazón que son el mapa de carreteras digno de confianza para llegar a su vida y su familia.

domingo, 17 de marzo de 2013

Reflexiones breves para ministros muy ocupados

Esta gráfica, la cual ilustra el tema ‘Reflexiones para ministros muy ocupados’, proyecta expansiones a distintos niveles de percepción y entendimiento al concentrarse la mente del ministro de Dios en verdades y realidades relacionadas con sus deberes y ejecutorias.
Esta gráfica, la cual ilustra el tema ‘Reflexiones para ministros muy ocupados’, proyecta expansiones a distintos niveles de percepción y entendimiento al concentrarse la mente del ministro de Dios en verdades y realidades relacionadas con sus deberes y ejecutorias.

Ministerio de Enseñanza Nuevo Pacto
Por Ramón Oliveros Ochoa

1. Siervo fiel
Jesús anhela que sus siervos sean fieles, para darles premios (Mateo 24.45-47) y no azotes (Lucas 12.47). Los siervos fieles obran con obediencia completa tomando en cuenta no solamente el “qué” de lo que su Señor ha mandado, sino también el “cómo”, y más allá todavía, “quién”, “con qué” y “para qué”. Quienes se dan por satisfechos haciendo el “qué” y nada más, no son siervos fieles, y es muy probable que con el “qué” estén ellos obteniendo algunos beneficios para sí mismos, porque el “cómo” requiere una mayor obediencia del que aspira a ser Su siervo. “Quién”, “con qué” y “para qué” expresan la voluntad verdadera y pura de agradar al Señor, eliminando todo riesgo de que sea para sus propios vientres o para recibir gloria de los hombres.
Algunos ministros deberán decidir si le siguen siendo fieles al hombre y a la denominación, o se deciden para ser fieles al Señor. Los ministros que no entienden la palabra, no podrán ser siervos fieles aunque lo anhelen, porque se equivocarán ya sea en el qué, en el cómo, el quién, el con qué o para qué.

2. VERDAD PRESENTE
Si existe una verdad presente, eso implica que hubo una verdad pasada. La verdad pasada fue la ley de Moisés, y el propósito temporal de Dios (Gálatas 3.19) para ella fue crear el judaísmo como una religión de esclavitud que todo lo encierra bajo pecado, para que cuando viniera la simiente prometida, anheláramos la libertad (Gálatas 3.22-23 y 4.24-25). La verdad presente es el evangelio de Cristo, y el nuevo pacto nace por las promesas dadas a Abraham desde antes de aquella ley, de manera que el cristianismo nada tiene que ver con el judaísmo, porque con Jesús en la cruz, Dios nos brinda la oportunidad de que vivamos en libertad (Gálatas 5.1). Todo ministro cristiano debiera estar confirmado en la verdad presente (2ª. de Pedro 1.12) y haber sido perfeccionado para hacer esa obra, antes de que se le otorgara el ministerio (Efesios 4.12).

3. Defectos

Los defectos no impiden la entrada al reino de los cielos, el pecado sí. Cuando alguien se equivoca como consecuencia de un defecto, no pierde su salvación. Hay ministros que no soportan los defectos de sus esclavos –perdón, de sus ayudantes- y se enojan. El enojo es un pecado por el cual un ministro puede perder su salvación personal (Mateo 5.22), y no hay favoritismos, no hay excusas, no hay justificaciones. Quien quiera ser discípulo de Jesucristo, necesita aprender a tolerar los defectos de los demás (Efesios 4.2, Colosenses 3.13); y a ser intolerante con el pecado propio. Se supone que los ministros nunca debieran dejar de ser discípulos.

El enojo es una obra de la carne que debiéramos quitar de nosotros (Efesios 4.31 y Colosenses 3.8). En quienes ha florecido el fruto del Espíritu, está el amor (Gálatas 5.22), y el amor no les permite irritarse porque es benigno (1ª. a Corintios 13.4-5). Los enojos hacen perder la paz, lo cual es una derrota espiritual que al parecer no hemos identificado (Efesios 6.15, Mateo 5.9, Romanos 14.17, Hebreos 12.14).

4. BUENA TIERRA
Por lo general todos los ministros creen que son buena tierra, y así lo enseñan en su iglesia para promover las ofrendas y los diezmos. Y hacia el exterior, muchos grandes ministros afirman que su ministerio, iglesia o lo que sea, es buena tierra en donde a todo mundo le conviene sembrar, inclusive a los no creyentes. Sin embargo, de acuerdo con lo que dijo Jesús, buena tierra es aquel que escuchando la palabra, primeramente la entiende. Existen muchos ministros que no cumplen esta condición, por lo tanto no son buena tierra, y los frutos que dan, en consecuencia tampoco son buenos, pero se conforman con la cantidad sin tomar en cuenta la calidad. Y esos frutos no buenos son aceptados en las congregaciones porque tampoco ellas son buena tierra. Los pobres nunca exigen calidad, lo que llegue es bueno para el hambriento.

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