Su esposo, un estudiante universitario a tiempo completo, estaba
ocupado con sus labores estudiantiles. El ingreso familiar era mínimo.
No tenían una iglesia por su casa ni amigos cercanos a ellos. Lo que es
más, Laurie no manejaba automóvil. Así que estaba pegada a la casa. No
era posible llamar a alguien porque tendría que haber sido una llamada
de larga distancia. El costo los dejaría a ella y a Bill sin leche o pan
en las semanas siguientes. «En ese momento sentía en lo más vivo la
pobreza de mi propia vida, tanto emocional como físicamente» —dice
Laurie.
Una mañana temprano, durante su tiempo con el Señor, Laurie derramó
su corazón delante de Dios. «Sabía que no tenía nada que ofrecerle. Así
que le pregunté si le gustaría escucharme cantar —si tan sólo podía
darme algo que a Él le dieran ganas de escuchar.»
Lo que sucedió después tomó a Laurie por sorpresa. Cuando abrió la
boca, de sus labios salió una canción. Se sentó y escribió su nueva
composición:
Te amo, Dios,
y levanto mi voz,
Para adorar, y gozarme en Ti.
Regocíjate, escucha mi Rey,
Que sea un dulce sonar para Ti.
Para adorar, y gozarme en Ti.
Regocíjate, escucha mi Rey,
Que sea un dulce sonar para Ti.
Dios le dio a Laurie Klein una canción que la bendijo esa mañana en
1974, y que ha seguido alentando a personas en todo el mundo durante 30
años. De la pobreza salió belleza.
Su experiencia recuerda a Laurie lo que Dios le prometió a su pueblo
Israel en Oseas 2:14. Ella escuchó su amoroso llamamiento y sus tiernas
palabras cuando más las necesitaba.
Los israelitas alabaron a Dios cuando retornaron del exilio en
Babilonia, tal y como dice el versículo 15: «Cantará como en los días de
su juventud.» Laurie alabó a Dios y Él elevó el corazón de ella en una
experiencia en el desierto.
¿Te sientes deprimido hoy? Es tiempo de que abras la boca y le cantes a Aquel que te llama y te ama. –TF
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