JOSE GONZALEZ (josesiervodejesus@live.com)
El amar a nuestros amigos no necesariamente significa compartir y estar de acuerdo con ellos. No ponemos en duda que Cristo amase a los fariseos, pero no compartió con ellos y las frases que les dirigió sonaban más a desprecio que a un amor ciego y al estar de acuerdo con ellos.
Cristo habló con muchos: con aquel soldado romano que le pidió por su siervo, con Pilatos tuvo un diálogo y a Caifás le respondió sus preguntas. A Herodes, el cuatrero, vende patria, asesino, traidor, genocida, adúltero y reyecito por voluntad del poderoso Imperio Romano, a ése ni le habló y ni tan siquiera alzó Su cabeza para mirarlo.
¡Cuál no sería el desprecio y repugnancia que sentiría Cristo, hacia aquél personaje de su misma raza judía!.
A Judas, el traidor, uno de los 12 Apóstoles, Cristo lo amó tanto que sus palabras hacia él fueron: "mejor le hubiese valido el no haber nacido"
Cuál no sería el amor de Cristo hacia la gente, que en Jerusalén, al ver lo que sus compatriotas habían hecho del Templo de su Padre, que con aquel coraje de hombre digno, a latigazo limpio echó del templo a los mercaderes que habían convertido un "lugar de oración en una cueva de ladrones".
Para aquellos llamándose cristianos se ofenden porque los predicadores dicen la verdad a los que están ignorando los mandamientos de nuestro Dios, cuidado de estar de acuerdo con la mentalidad del enemigo, porque no hay amistad entre la luz y las tinieblas.
Como quisiera que Juan bautista predicara en este tiempo, Juan Bautista no murió por confesar a Cristo, a él lo degollaron por decir las verdades a Herodes. ¡Tantas veces no será necesario hablar expresamente de Cristo para anunciarle!, ¡tantas ocasiones para denunciar lo que vemos desde el Evangelio, aún sabiendo que nuestra "cabeza" (en todos los sentidos) puede ponerse a disposición del capricho de cualquier Herodías, o de la sumisión e incoherencia de un Herodes cualquiera.
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