by Verdadera Vida |
“Y curan el quebrantamiento de la hija de mi pueblo con liviandad, diciendo, Paz, paz; y no hay paz.” Jeremías 6.14
Así
como Dios no puede enviar a una nación o pueblo una bendición más
grande que la de darle pastores fieles, sinceros y rectos, la maldición
más grande que Dios puede enviar a un pueblo de este mundo, es darles
guías ciegos, no regenerados, carnales, tibios y no calificados. No
obstante, en todas las épocas, encontrarnos que han habido muchos ‘lobos
vestidos de ovejas’, muchos que manejaban displicentemente conceptos
fundamentales que no habían asimilado en toda su profundidad, que
restaban importancia a las profecías, desobedeciendo así a Dios.
Tal
como sucedía en el pasado, sucede ahora. Hay muchos que corrompen la
Palabra de Dios y la manejan con engaño. Fue así de una manera especial
en la época del profeta Jeremías; y él, fiel a su Señor, fiel a ese Dios
que lo habla empleado, no dejó de abrir su boca para profetizar en
contra de ellos, y para presentar un noble testimonio para honra de
aquel Dios en cuyo nombre hablaba.
El
profeta presenta un estruendoso mensaje a fin de que se espanten y
sientan algo de convicción y se arrepientan; pero parece que los falsos
profetas, los falsos sacerdotes, se dedicaron a acallar las convicciones
del pueblo, y cuando sufrían y sentían un poco espantados, preferían
tapar la herida, diciéndoles que Jeremías no era más que un predicador
entusiasta, que era imposible que hubiera guerra entre ellos, diciendo
al pueblo: ‘Paz, paz’ cuando el profeta les decía que no habla paz.
¡Cuántos somos los que
clamamos: Paz, paz a nuestras almas, cuando no hay paz! Cuántos hay que
ahora están sumergidos en sus impurezas, que creen que son cristianos,
que se jactan de que se interesan en Jesucristo; pero si fuéramos a
examinar sus experiencias, descubriríamos que su paz no es más que una
paz proveniente del diablo -no es una paz dada por Dios- no es un paz
que escapa a la comprensión humana. Por lo tanto, mis queridos oyentes,
es de suma importancia saber si podemos hablar de paz a nuestro corazón.
Todos anhelamos la paz; la paz es una bendición inefable; ¿cómo podemos
vivir sin la paz? y, por ello, las personas de cuando en cuando tienen
que comprobar lo lejos que deben ir, y qué cosas les tienen que suceder,
antes de poder hablar de paz a su corazón.
Esto
es lo que anhelo ahora, poder librar mi alma, poder ser libre de la
sangre de aquellos a quienes predico, no dejar de declarar todo el
consejo de Dios, Procuraré, mostrarles lo que deben sufrir y lo que debe
suceder en ustedes antes de que puedan hablar de paz a su corazón.
Fragmento tomado del folleto “El método de la gracia” de George Whitefield.
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