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Si estos pensamientos y estas palabras son oportunas, reflexione sobre ellas y, con la ayuda del Espíritu Santo, actúe con conciencia. Creo de todo corazón que son el mapa de carreteras digno de confianza para llegar a su vida y su familia.

miércoles, 4 de abril de 2012

Este es el día

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Este es el Día



















Cada año de Su vida Jesús iba a Jerusalén para la Pascua. Cada vuelta del camino era familiar para Él como ir a casa.

Hasta ese año Jesús había evitado la publicidad y se había negado a hacerse un nombre. Nunca había llevado una gran pancarta o coreografiado una entrada. Pero hoy era diferente.

Por primera y única vez, este domingo, Jesús aceptó las alabanzas del público en general. Pidió un burro para montar, cumpliendo la predicción que el profeta Zacarías dijo quinientos años atrás, de que el Rey vendría, humilde y montado en un borrico. Jesús sabía bien la declaración que estaba haciendo. Estaba revelándose como el Mesías, el largamente esperado Rey de Israel.

Así que dejó que la multitud eleve palmas y entone Sus alabanzas. Les dejó anunciar: "¡Hosanna en las alturas!" En cumplimiento del Salmo 118:26: "¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!" Les dejó decirlo. Les dejó gritarlo. Era casi una muchedumbre.

Sin embargo, en algún punto en el camino, a Jesús lo impactó la realidad del inminente cambio de corazón de ellos. Él había venido para salvarlos, respondiendo a sus gritos: "Hosanna: ¡Sálvanos ahora!" pero sabía que dentro de pocos días ellos finalizarían su rechazo del Mesías. El viernes ellos darían un portazo a Su oferta de salvación.

Jesús sabía exactamente qué día era.

La línea el profeta Daniel había escrito una predicción meticulosa del día exacto cuando el Mesías aparecería en Jerusalén. Exactamente 483 años calendario judío desde la reconstrucción de Jerusalén en marzo de 444 a. C.: "el Mesías Príncipe" (Daniel 9:25) aparecería. Si los líderes judíos hubieran tomado en serio el reto de Daniel para "saber y discernir" el tiempo, Jesús habría remontado la colina ese día para ver una pancarta proclamando "¡Bienvenido, Mesías!" cubriendo las murallas de Jerusalén. En lugar de eso, los líderes judíos reprocharon la noción que el pueblo con tanta facilidad abrazó. No querían tener nada que ver con Jesús como el "Hijo de David." Querían un rey como todas las otras naciones tenían.

Difícilmente parecía una "entrada triunfal" después de todo.

Véase Salmo 118:25-26; Daniel 9:25; Zacarías 9:9-10; y Mateo 21:1-9.

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