Cabecera

Si estos pensamientos y estas palabras son oportunas, reflexione sobre ellas y, con la ayuda del Espíritu Santo, actúe con conciencia. Creo de todo corazón que son el mapa de carreteras digno de confianza para llegar a su vida y su familia.

martes, 24 de septiembre de 2013

¡Sal de la cueva!

Por Roberto Vilaseca

En ocasiones, pareciera que los disgustos del ministerio nos llevaran, como a Elías, a buscar refugio en la cueva del desánimo


Sal fuera
Dios le ordenó a Elías: «Sal fuera», porque es difícil escuchar a Dios bajo el techo del desánimo. Le pasó a Abraham cuando dudaba de que llegara el Isaac de la promesa, y Dios tuvo que llevarlo afuera de su tienda para que viera las estrellas. Es lejos de cualquier techo que limite la visión, es acallando los argumentos del alma, dónde y cómo alcanzamos a levantar la vista al cielo y nuestros ojos consiguen volver a enfocarse en Dios. Entonces volvemos a creer que con él, todo es posible.

El amor de Dios es tan maravilloso que se manifiesta a cada uno conforme a su necesidad. En aquella oportunidad, descripta en 1 Reyes 19.11, su persona no estaba en el viento poderoso, ni en el terremoto, ni en el fuego, como cuando se manifestó a Moisés en el Sinaí, sino en un «silbo apacible y delicado»; un suave susurro, una presencia tierna que, lejos de intimidar, invitó a Elías a intimar con, y a derramar su corazón ante el Padre de misericordia. Dios sabe tratar con los desalentados, de eso puedo dar fe.

«¿Qué haces aquí?»
La segunda pregunta del Señor buscaba que el profeta reaccionara, pero Elías, todavía ensimismado en sus lamentos y sus argumentos mentirosos, sigue compadeciéndose de sí mismo. El cansancio físico y las expectativas no satisfechas cegaron su visión, y la turbación dio paso al temor. Dios lo trata con ternura y paciencia, pero le muestra el camino a la restauración. «Y le dijo Jehová: Ve, vuélvete por tu camino» (v. 15 – rvr1960).

La libertad del desaliento comienza regresando al camino, volviendo en sí. El arrepentimiento es el primer paso para recuperar el ánimo y la iniciativa. «Una noche de lágrimas es suficiente», me señaló una vez el señor, «pero luego sécalas, vuelve a levantarte y enfoca la mirada en la meta». «Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría», escribió el salmista. Hay que dejar atrás el dolor, desatarse de cualquier opresión, echar fuera el abatimiento, y volver a encender el espíritu. La cueva debe dejar paso a la acción.

No estás solo
Recuerda hermano, eres parte de un gran pueblo, cuya historia no comienza ni termina con tu iglesia local. La iglesia está más firme que nunca y avanza hacia su destino de gloria.

Amigo, no te quedes mucho en la cueva porque tu visión se turbará y tu fuego se apagará ¡Sal fuera! Rompe tu techo, mira las estrellas, y Dios se te revelará en un silbo apacible y delicado. Él te confortará, te alentará y te dará instrucciones para seguir caminado.  

No hay comentarios: