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Si estos pensamientos y estas palabras son oportunas, reflexione sobre ellas y, con la ayuda del Espíritu Santo, actúe con conciencia. Creo de todo corazón que son el mapa de carreteras digno de confianza para llegar a su vida y su familia.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Los 3 Tiempos del Evangelio

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Los 3 Tiempos del Evangelio

Por Derek Thomas
Nunca podemos dejar pasar el evangelio. Lo que nos salvó en el pasado, cuando estábamos todavía en nuestros pecados —hijos caídos de Adán por naturaleza— fue la gracia de Dios en el evangelio. En ninguna parte es esto visto de manera más sucinta que en Efesios: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe. Y esto no es de vosotros, pues es don de Dios, no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9).
Pero el Nuevo Testamento también puede hablar de nuestra salvación en tiempo presente —“sois salvos” (1 Cor 1:18; 2 Cor 2,15)— así como en el tiempo futuro— “seremos salmos” (Rom. 5:9).
Sólo hay una salvación y una forma de salvación. Lo que ocurrió en nuestro pasado, se resuelve en el presente, y llega a la consumación en el futuro es de una sola pieza. La Justificación ahora conduce a la glorificación después (Rom. 8:29-30).
Es cierto que algunos hablan imprudentemente acerca de ser “salvo de nuevo,” como si la salvación se pierde un día y se recupera el siguiente. En verdad, algunos que hablan de esta manera nunca se salvaron en el primer lugar. Habían tomado una decisión, pero era sólo eso: una decisión humana y no la obra soberana y renovadora de vida del Espíritu Santo “de arriba” (Juan 3:3, 5). Otros que hablan de esta manera pueden haber sido convertidos, pero nunca adquirieron la totalidad de la seguridad que debe acompañarla, y cuando lo hicieron, lo sintieron como un nuevo nacimiento de nuevo.
¿Por qué, entonces, el Nuevo Testamento habla de la salvación en tres tiempos? La respuesta radica en la consideración de lo que ocurre en la salvación. En un principio, en el momento de la regeneración, nuestros pecados son perdonados —totalmente y completamente. Se nos ha librado de la pena del pecado. Mediante la fe, somos considerados justos, tan justos como Cristo lo es. Luego, está la santificación, un proceso mediante el cual se nos libera del poder del pecado. Finalmente, en el cielo, seremos librados de la presencia del pecado. John Stott ha argumentado que cuando Pablo razonó con el gobernador Félix acerca de la “justicia y dominio propio y el juicio venidero” (Hechos 24:25), estaba señalando los tres tiempos de la salvación.
En cada etapa —la justificación, la santificación, la glorificación—venimos con las manos vacías, buscando la misericordia de nuestro Padre celestial. Incluso en el momento de nuestra obediencia como cristianos debemos “ocupaos en [nuestra] salvación con temor y temblor” (Fil. 2:12), lo hacemos sólo por que Dios obra, “en [nosotros], tanto el querer como a trabajar por su buena voluntad” (v. 13). Y cuando entramos en las puertas del cielo, la sabiduría nos dicta que mostremos nuestras manos vacías y digamos con Edward Mote:
No confío en nadie más que en Cristo.
Solo él es la roca firme, lo demás es arena movediza..
En el momento en que nos deslicemos del evangelio, perecemos. Pero si nos quedamos en el camino estrecho del evangelio, nos llevará rumbo a casa.

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