"Me castigó gravemente Dios, Mas no me entregó a la muerte" (Salmo 118: 18)

Pero, ¿qué es lo que no debo olvidar? ¿qué es lo que una y otra vez me hace resbalar? :
1. Admitir la religiosidad, la rutina y la hipocresía (Mateo 23: 1-4. Santiago 1: 22-24, 4: 17).
2. Traspasar los límites de la gracia (Romanos 2: 4, Hebreos 3: 15).
3. Creer que "Dios entiende" cuando decido bajar la guardia (I Corintios 10: 12).
4. La liviandad con el pecado y la falta de arrepentimiento genuino (Gálatas 1: 10).
5. Agradar a los hombres antes que a Dios (Gálatas 1: 10).
6. Distraerme viendo las faltas en otros mientras no percibo las mías (Mateo 7: 3-5. Romanos 2: 1-3)
Si ser hijo de Dios fuera simplemente ser bueno a nuestros ojos o a los de los demás, muchos podrían exigirle el cielo al Creador; menos mal nuestro sabio, soberano y poderoso Dios es quien tiene el control, no puede ser burlado y conoce la realidad de lo que somos. Por ello solo nos queda salir de las palabras y el papel, caer de rodillas rostro a tierra y suplicar que nos libre de nosotros mismos para poder conocer plenamente.
"Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios,Que habitar en las moradas de maldad". (Salmos 84:10)
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