Por Tim Challies
Es una cuestión que cada pastor enfrenta
regularmente. Es una pregunta que cada conferencista enfrenta en mesas
redondas o sesiones de P y R: ¿Cuánto de mi dinero doy a la iglesia?¿Cuánto debo dar a la iglesia?
Mi respuesta es corta: Suficiente que importe. Voy a explicar lo que quiero decir con eso.
En Corintios 16:2 Pablo instruye a la iglesia a tomar
una colecta semanal en la que cada persona debe dar “según haya
prosperado.” Esto nos dice que habrá diferentes niveles de donación.
Algunos dan más y algunos se dan menos. Dios nos ha prosperado de manera
diferente –que nos ha dado a todos los diferentes niveles de ingreso y
de riqueza y con ello diferentes cantidades para devolverle.
(Aparte: Por varias razones no creo que se nos
instruya o se nos obligue a dar el diezmo, el único del 10% de que era
una expectativa mínima en el Antiguo Testamento. Aquellos que exigen el
diezmo hoy en día por lo general no comprenden el contexto del Antiguo
Testamento donde el diezmo era un impuesto tanto como una donación, que
era un medio de proporcionar estructuras civiles y religiosas en la
sociedad puesto que ya no estamos en una teocracia, el diezmo ya no es
operativo. Puede ser un poco útil incluir información en la discusión,
pero no es el lugar para comenzar.)
Cuando digo que vamos a dar lo suficiente que
importe, me refiero a que debemos dar suficiente que haga una diferencia
en nuestras vidas, para nuestras formas de vida. Erwin Lutzer dice así:
“Los que dan mucho sin sacrificio son considerados como habiendo dado
poco.” Estamos destinados a dar bastante que hay cosas que no podemos
hacer y no podemos tener a causa de nuestra dedicación a la obra del
Señor. Que quede claro que no me refiero a que debemos hacerlo sin
comida ni debemos hacerlo sin tener que pagar nuestras cuentas. El
sacrificio ha de ser nuestro y no del banco o del propietario. Dar
“según haya prosperado” no nos llama a dar más allá de las formas en que
el Señor nos ha prosperado. Hay tradiciones teológicas que insisten en
el endeudamiento con el fin de que “plantar una semilla” asegurará la
provisión de Dios a cambio. Dios puede optar por hacer eso, pero la
sabiduría dicta que nos aseguremos de que estamos en condiciones de
pagar nuestras cuentas y alimentar a nuestros hijos. Debemos ser
generosos, pero vamos a ser sabios también.
Para algunas personas, entregar un 10% puede
significar que están dando bastante que importa. Tal vez ellos no pueden
tener las vacaciones que de otro modo tendrían, tal vez están comprando
un auto usado en lugar de uno nuevo, tal vez ellos están ahorrando para
un extra par de años antes de arreglar la cocina o dar el pago inicial
de esa casa. Para otros esto puede venir cuando se les da un 2% de sus
ingresos. Para otros, puede venir cuando se les da un 75%. Mi ánimo es
seguir aumentando la cantidad que dé hasta que lo sienta, hasta que
realmente importe.
Estar dando de manera que no tenga impacto en
nuestras vidas en todo, no es un sacrificio y, por lo tanto, no es
suficiente. CS Lewis lo expresa de una manera útil: “Si nuestros gastos
en comodidades, lujos, diversiones, etc, están por encima de la norma
común entre los de mismos ingresos que el nuestro, probablemente estamos
dando demasiado poco. Si nuestras obras de caridad no hacen en absoluto
un pellizco o no nos dificultan, debo decir que son demasiado pocos.
Tiene que haber cosas que nos gustaría hacer y no podemos porque
nuestros gastos caritativos los excluyen.”
¿Cuánto debo dar? Suficiente para que importe. Basta
que este sacrificando algunas comodidades y experiencias que de otro
modo algunos disfrutaría. Lo que el Señor enseña a los que dan esta
manera es el gozo de dar, ahora y eternamente, porque pesa más que lo
que podría haber tenido en su lugar. No damos porque Dios necesita
nuestro dinero, no damos para mostrar nuestra gratitud y nuestra
dependencia, y a cambio él lo vuelve en gozo. Así que muchos cristianos
pueden dar fe de que hay una poderoso, humillante y de gran alcance tipo
de gozo en añadir durante un año previo y dar gracias al Señor por
permitir que tanto sea dado. Ese coche o cocina o casas palidece en
comparación con la alegría de hacer un sacrificio tan pequeño a Aquel
que sacrificó todo por nosotros.
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