Como
cristianos, vivimos con la esperanza del
retorno literal de Cristo. Algunos grupos cristianos han abandonado esta
esperanza, la han puesto a un lado, o la han diluido y espiritualizado.
Así, la segunda venida llega a ser un asunto personal. Ellos podrán
decir: La Segunda Venida se realiza en nuestros corazones cuando
cumplimos nuestro papel en la comunidad; o Cuando amemos a otros como
deberíamos, la segunda venida de
Cristo se actualiza en nuestra vida. Aunque debemos amar a los demás y
ser miembros útiles en nuestra comunidad, estas experiencias no son la
segunda venida de Jesús.
Desde nuestra perspectiva y nuestra comprensión del estado de los
muertos, es difícil imaginar lo que nuestra fe significaría sin el
retorno físico de Cristo y nuestra resurrección. Es un tema tan central
de nuestras creencias (otra vez, se refleja en nuestro nombre) que, sin
él, todo nuestro sistema se desmoronaría, porque todo lo que creemos y
esperamos culmina en el regreso literal de Cristo (Mat. 24:30); eliminamos eso, y nuestras enseñanzas nos llevan a un callejón sin salida.
De
todas las certezas que tenemos de la segunda venida, ¿cuál es la mayor?
¿Qué evento único, más que cualquier otro, garantiza su retorno, y por
qué? Heb. 9:28; 1 Cor. 15:12-27.
La esperanza de la segunda venida de Cristo descansa sobre lo que él
hizo por nosotros en su primera venida. Después de todo, ¿de qué sirve
la primera venida sin la segunda? Se podría decir que la primera venida
de Jesús y su obra en ella son incompletas sin su regreso. La Biblia usa
la metáfora del rescate para referirse a la Cruz. Jesús dijo que “el
Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar
su vida en rescate por muchos” (Mat. 20:28).
En la cruz, Jesús pagó por nosotros el rescate completo y de una vez
para siempre. Al mismo tiempo, ¿de qué vale pagar un rescate si no
buscas lo que fue rescatado? Así como un padre humano iría a buscar al
hijo por el que pagó un rescate, también Jesús vendrá para buscar a
aquellos por los que pagó un precio tan elevado. Por eso, la primera
venida de Cristo nos da la mayor certeza posible sobre la segunda.
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