Por Sugel Michelén.
Una de las cosas que más desprestigia al evangelio, aparte del mal testimonio de algunos que profesan ser cristianos, es la predicación de un evangelio caricaturizado.
Generalmente las caricaturas sobredimensionan un aspecto del modelo original, de modo que uno puede identificar de quién se trata, pero al mismo tiempo sabe que la figura en cuestión ha sido intencionalmente deformada.
En tal caso, la caricatura puede resultar graciosa o puede resultar ofensiva, pero todo el mundo sabe que se trata de una deformación hecha adrede, con un propósito en mente.
Pero cuando una cosa seria y trascendente es caricaturizada y presentada como si esa fuera su imagen verdadera, no importa la intención que se tenga, de seguro que hará más daño que bien.
Y lamentablemente eso es lo que ha ocurrido muchas veces con el mensaje del evangelio, que, tal vez sin mala intención, algunos han sobredimensionado uno que otro aspecto de su contenido, de tal manera que el resultado final ha venido a ser un evangelio deformado.
Ese proceso de deformación ha venido a ser más latente en el manejo de las profecías concernientes a la segunda venida de Cristo y al fin del mundo.
A pesar de que Cristo mismo dijo en una ocasión que nadie conoce el día y la hora de Su venida, en casi todas las épocas de la historia han aparecido algunos que han pretendido desentrañar los misterios del calendario profético de Dios, trayendo como consecuencia un terrible descrédito a las profecías bíblicas y dando pie para que algunos tomen a burla algo que deberían tomar muy seriamente.
Ya Pedro había dicho en su segunda carta que en los postreros días vendrían burladores, “andando en sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento?” (2P. 3:3-4). Esas burlas, dice Pedro, son motivadas por sus propias concupiscencias; no son más que una manifestación del anhelo interno de los pecadores de que esa promesa nunca sea cumplida.
Pero es indudable que, al arriesgarse a identificar ciertos eventos de la historia con las señales del fin, muchos que profesan ser cristianos han contribuido a desacreditar las profecías que anuncian la venida del Señor y los cambios dramáticos que ese hecho traerá consigo.
Eso es lo que ha sucedido con el anuncio de Harold Camping de que este próximo sábado 21 de Mayo se producirá el rapto de la iglesia, seguido por el fin del mundo unos meses más tarde, el 21 de Octubre (Camping había hecho una predicción similar para el 6 de Septiembre de 1994).
El proceso de razonamiento a través del cual Camping llegó a esta conclusión es muy complicado para refutarlo aquí, pero la prueba más contundente de que está equivocado la tendremos este próximo domingo 22 cuando veamos que sus predicciones no se cumplieron.
Lamentablemente, eso no elimina la realidad del daño que las enseñanzas de este hombre ya han producido: descrédito sobre la fe cristiana; abandono de las iglesias locales por parte de muchos que profesan la fe (animados por el mismo Camping); la conclusión errónea de que, como el mundo está a punto de acabarse, no es necesario seguir obedeciendo el mandato cultural de Gn. 1:26-28 y la gran Comisión de Mt. 28:18-20; el tropiezo que esto produce en los corazones de aquellos que creen ciegamente este tipo de predicciones, cuando ven que no se cumplieron; el estímulo a usar la Biblia como un libro que posee claves ocultas, en vez de promover una sana exégesis del texto con el deseo expreso de conocer a Dios y hacer Su voluntad; todo el dinero gastado en las vallas que anuncian el fin del mundo, en vez de ser usado para la expansión del evangelio; y un largo etc.
Fuente: El Evangelio Según Jesucristo
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