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Si estos pensamientos y estas palabras son oportunas, reflexione sobre ellas y, con la ayuda del Espíritu Santo, actúe con conciencia. Creo de todo corazón que son el mapa de carreteras digno de confianza para llegar a su vida y su familia.

lunes, 13 de junio de 2011

Exposición bíblica de calidad

Si nuestra teología de la predicación es correcta, se sigue que la tarea fundamental del predicador es exponer las Escrituras, y que la validez de su ministerio depende de la fidelidad con que cumpla esa tarea. Para ello requiere, más que una metodología, tiempo para la meditación, el estudio y la oración, que son los tres elementos con los cuales se prepara una exposición bíblica.

  Problemas del púlpito latinoamericano
  Existen varios problemas que afectan la predicación en nuestro medio. En la Declaración Evangélica de Cochabamba, emitida por la Fraternidad Teológica Latinoamericana, al final de su reunión inaugural en 1970, se afirmaba: "la predicación a menudo carece de raíces bíblicas. El púlpito evangélico está en crisis.
Hay entre nosotros un lamentable desconocimiento de la Biblia y de la aplicación de su mensaje al día de hoy. El mensaje bíblico tiene indiscutible pertinencia para el hombre latinoamericano, pero su proclamación no ocupa entre nosotros el lugar que le corresponde". La veracidad de esa aseveración se hace obvia domingo tras domingo en la mayoría de las iglesias evangélicas a lo largo y ancho de nuestro continente. Con demasiada frecuencia la predicación carece de contenido bíblico. Pone énfasis en la oratoria pero lamentablemente descuida lo más esencial, a saber, su papel de sierva de la Palabra de Dios.
La pobreza de la predicación, sin embargo, no es un mal del púlpito latinoamericano exclusivamente. En el Prefacio a un libro reciente del conocido expositor bíblico R.W. Stott sobre el tema de la predicación, Michael Green comenta:

 La predicación en el mundo moderno en general es deplorable. Hay pocos predicadores sobresalientes. Muchos ministros al parecer no creen en ella como un poderoso medio para proclamar el evangelio y cambiar la vida. Esta es una época de sermonetes, y los sermonetes resultan en "cristianetes”
 ¿Cuáles son las causas principales del déficit que afecta a la predicación en América Latina? Sin pretender ser exhaustivo, sugiero las siguientes:
1. Improvisación. Muy pocos predicadores están dispuestos a dedicar el tiempo necesario para la preparación del sermón. Llegan al púlpito con el sermón medio cocido, con la esperanza de que el Espíritu Santo haga allí lo que debían haberle pedido que hiciera con ellos en el estudio.
Por supuesto, el hecho de pasar largas horas preparándose para predicar no garantiza la calidad del sermón, pero eso no niega que la preparación requiere tiempo y que si uno no separa el tiempo para prepararse, no podrá evitar las consecuencias de la improvisación. ¿Cuánto tiempo se necesita para preparar un buen sermón? No hay reglas fijas, pero un gran predicador contemporáneo dice: "Una norma práctica es que uno necesita por lo menos una hora de preparación por cada cinco minutos de predicación".
2. Postergación. Vinculada a la improvisación, la postergación (a veces indefinida) de la preparación del sermón es frecuentemente la consecuencia de una falsa concepción de la tarea pastoral. Entre nosotros, el pastor es en general un "hombre orquesta" que se dedica a múltiples tareas administrativas, relaciones públicas, visitas, etc., pero que nunca tiene tiempo para estudiar. Alguien ha dicho que lo urgente es el mayor rival de lo importante.
Según Efesios 4.11-12, los "pastores y maestros" (junto con otros con dones de liderazgo) han sido dados por Dios a la Iglesia "a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo". A menos que el pastor vea su ministerio en función de este propósito central de capacitar a "los santos" para la tarea que Dios espera de ellos, lo más probable es que su preparación para la predicación sea postergada perennemente para dar paso a cualquier otra tarea que demande atención inmediata.
3. Falta de capacitación. En un curso para obreros estudiantiles hace unos años entre los participantes estaban tres jóvenes que acababan de recibirse de tres seminarios distintos. Para nuestra sorpresa, mediante una sencilla prueba descubrimos que ninguno de los tres había aprendido a analizar un pasaje bíblico. ¡Habían terminado sus estudios de seminario sin saber ni el ABC de la predicación bíblica! ¿Por qué? Obviamente, porque esa no era una prioridad en las instituciones a que habían asistido.
Lamentablemente, mucho del déficit en la predicación se debe a que muchos seminarios preparan "funcionarios eclesiásticos" pero no expositores bíblicos. Hace falta una toma de conciencia de la importancia de las disciplinas bíblicas (comenzando con los métodos de estudio bíblico) y del estudio teológico interdisciplinario como base del ministerio pastoral. (La falta de espacio no nos permite decir nada respecto a los muchos predicadores latinoamericanos que carecen de educación teológica. Es indispensable que de alguna manera traten de aprender a analizar un pasaje bíblico, sin lo cual no puede haber predicación bíblica).
Todo lo dicho hasta aquí tiene un sonido negativo. Sin embargo, sirve para subrayar tres puntos positivos:
(1) Que la preparación de un sermón requiere tiempo;

(2) que la tarea de prepararse para la predicación es una tarea prioritaria  para el pastor, ya que es parte de su ministerio de enseñanza;
(3) que el predicador tiene que dominar el arte de estudiar la Biblia a fondo.
Veamos ahora brevemente la base teológica de la predicación.
Base teológica de la predicación
Este es un tema para un libro entero. Toca toda una serie de preguntas que atañen a la revelación de Dios; a la relación entre la revelación y la Biblia, entre ésta y Jesucristo, y entre la Palabra de Dios y las palabras del predicador; y al lugar del Espíritu Santo en la predicación. Aquí tenemos que limitarnos a tres afirmaciones:
1. Dios se ha revelado. "En tiempos antiguos Dios habló a nuestros antepasados muchas veces y de muchas maneras por medio de los profetas. Ahora, en estos tiempos últimos nos ha hablado por su Hijo…" (He 1.1-2a). Ahí está la fuente original de la fe cristiana: en el Dios vivo que se ha manifestado a los hombres por medio de una serie de acontecimientos históricos que fueron interpretados por los profetas y los apóstoles y que culminaron en Jesucristo.
La Palabra tomó forma humana y así puso al alcance de la humanidad la posibilidad de vivir según los propósitos de Dios. Sin esa premisa básica no hay predicación. Pero si Dios se ha revelado, el anuncio de la buena noticia de su gracia salvadora es inevitable. "Si el león ruge, ¿quién no temerá? Si habla Jehová el Señor, ¿quién no profetizará?" (Amós 3.8).
2. Las Escrituras son el registro de la revelación de Dios. La Palabra viva de Dios ha sido escriturada. Las Escrituras son el vehículo ordenado por Dios para comunicar su Palabra a generación tras generación, y derivan su autoridad de su conexión con la revelación de Dios. Sin la Palabra escrita, la revelación de Dios en Jesucristo habría quedado sepultada en el olvido.
En virtud de la Palabra escrita, el Jesús histórico -la Palabra viva- se nos hace accesible veinte siglos después de su encarnación, por la acción del Espíritu Santo. La predicación cumple su función en la medida en que surge de la Palabra escriturada, se pone al servicio de ésta y la hace audible en el presente. La predicación es fundamentalmente la proclamación de la Palabra escriturada.
3. Dios sigue revelándose por medio de su Espíritu. Jesucristo es el clímax de la revelación, la Palabra viva de Dios hecho hombre. La Palabra escrita tiene como propósito la comunicación de la Palabra viva a todas las generaciones hasta el fin del mundo. Pero la comunicación de la palabra viva no se da por medio de la Palabra escrita sola, sino por medio de la Palabra escrita vivificada por el Espíritu Santo.
El Dios que se reveló en el pasado no se limitó a hacer arreglos para la producción de un libro sagrado para entrar luego en un silencio eterno, sino que sigue revelándose en el presente por medio de la Palabra y el Espíritu. Por la acción del Espíritu, la Palabra escrita que se hace audible en la predicación bíblica se transforma en la Palabra de Dios, de tal manera que el corazón de los oyentes arde con el mismo ardor que experimentaron los discípulos en el camino de Emaús cuando el Cristo resucitado les abrió las Escrituras (Lc 24.13-32).
La conclusión de todo esto es que la predicación encuentra su base en la revelación de Dios mediada por la Palabra y el Espíritu. Es el medio que el Espíritu Santo usa para que la Palabra de Dios no se quede en un libro antiguo sino se haga carne en los oyentes. La mayor ambición del predicador tiene que ser el poder decir con Pablo: "Por esto damos siempre gracias a Dios, pues cuando ustedes escucharon el mensaje de Dios que nosotros les predicamos, lo recibieron realmente como mensaje de Dios, el cual produce sus resultados en ustedes los que creen (1 Ts 2.13).
Si nuestra teología de la predicación es correcta, se sigue que la tarea fundamental del predicador es exponer las Escrituras y que la validez de su ministerio depende de la fidelidad con que cumpla esa tarea. Para ello requiere, más que una metodología, tiempo para la meditación, el estudio y la oración, que son los tres elementos con los cuales se prepara una exposición bíblica como veremos en la última sección de este artículo.
  La preparación de una exposición bíblica
Hay varios criterios para seleccionar el pasaje bíblico  que servirá de base para la predicación. El que de inmediato salta a la vista es el criterio  situacional se elige un texto que responde a las circunstancias del momento histórico (v.gr., un problema nacional, una fiesta patria, una catástrofe, un accidente). Aquí especialmente se cumple aquello de que el predicador debe preparar su sermón con la Biblia en una mano y el periódico en la otra.
Un segundo criterio es el  pastoral: se recurre a un texto que responda a las necesidades de la congregación (v.gr., responsabilidades éticas, relaciones interpersonales, visión de la iglesia y su misión, dones espirituales). La congregación requiere una dieta balanceada, y para esto ayuda la práctica de una predicación expositiva sistemática, en base a series (v.gr., sobre personajes bíblicos, sobre un libro completo de la Biblia, sobre temas doctrinales).
Un tercer criterio es el personal: se toma un texto que le "ha hablado" a uno de tal manera que se hace necesario compartir el mensaje con toda la congregación. Por último, otro criterio más es el litúrgico: se usa un texto relacionado con el calendario de celebraciones religiosas (v.gr. Domingo de Resurrección, Navidad).
Seleccionado el texto, llega el momento de preparar el sermón, una tela que se teje con tres hilos: meditación, estudio y oración.
1. Meditación. La meditación es para la Palabra de Dios lo que la digestión es para los alimentos: un proceso indispensable para la asimilación. Sospecho que la falla de muchos predicadores está en que no están dispuestos a invertir tiempo en este proceso. La base de la meditación está en la lectura pausada, concentrada y repetida del pasaje bíblico, hasta que éste, como una fruta triturada, revele sus secretos.
Por medio de ella el predicador se introduce además en el diálogo entre dos interlocutores: el texto bíblico, por un lado, y su propia situación histórica contemporánea, por otro lado. La tarea que tiene por delante, no es sólo entender el sentido del texto en su contexto literario, histórico y geográfico, sino discernir el mensaje que Dios quiere comunicar a los oyentes por medio del pasaje bíblico en la situación actual.
Meditar es, por lo tanto, esperar en la presencia de Dios hasta que la Palabra escrita sea vivificada por el Espíritu y en lo más profundo de la conciencia se transforme en un mensaje "útil para enseñar y reprender, para corregir y educar en una vida de rectitud" (2 Ti 3.16).
¿Cuánto tiempo se necesita para que la Palabra escrita cobre vida? No hay normas fijas. Lo único que se puede afirmar es que no hay nada que pueda tomar el lugar de la meditación cuidadosa sobre la Palabra de Dios en la preparación del sermón.
2. Estudio. Este es el hilo del análisis y la exégesis, sin el cual se corre el riesgo de caer en interpretaciones arbitrarias o de construir la comunicación por falta de un desarrollo lógico en la exposición del mensaje. Tiene un doble propósito:
(a) Proveer, en base al análisis cuidadoso del texto, el diseño de la tela, con una línea principal y las líneas secundarias que sean necesarias. La línea principal -el pensamiento dominante del pasaje- marca la estructura del sermón; las líneas secundarias las ideas subsidiarias del pasaje se colocan en relación con la principal y cumplen la función de lograr que ésta se destaque con mayor intensidad. Con la línea principal y las líneas secundarias aparece el bosquejo del sermón, cuya función es facilitar la comunicación del mensaje central del pasaje.
(b) Proveer los colores para el diseño de la tela: las ilustraciones y los ejemplos que ayuden a aclarar las ideas, la introducción que despierte el interés en el tema y la conclusión que redondee éste y confirme la aplicación personal del sermón.
3. Oración. "El mejor estudio es la oración" -dice Spurgeon. Y añade: "La oración es doblemente bendita: bendice al predicador que ruega, y al pueblo al que predica".4 Más que un ejercicio intelectual, la preparación de un sermón es un ejercicio espiritual. Es el hilo que mantiene en la tela la dimensión trascendente.
La meditación, el estudio y la oración no son pasos que se dan uno tras otro en la preparación de una exposición bíblica. Son más bien aspectos de una tarea en la cual se conjugan la acción de Dios y la acción del hombre. Son los hilos con que se teje la tela con la cual quiere vestirse la Palabra de Dios.
por C. RENE PADILLA
Fuente: Compromiso Cristiano 

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