viernes, 15 de abril de 2011

Dios nunca deja su obra inconclusa


¿Deja un artista su obra inconclusa? ¿Traza sus líneas sin saber lo que va a hacer? ¿Acaso desconoce el fin en que ha de terminar lo que realiza?
Él conoce lo que va a hacer aunque nosotros que somos la obra de nuestro
Creador, desconozcamos muchos de sus planes y propósitos. Dios nunca
termina de trabajar en nuestras vidas, siempre tiene nuevos retoques y
matices que perfeccionan lo que somos.

Pero cuántas veces hemos estado tan perturbados y confundidos ante el dolor y la injusticia que
exclamamos como Job: “¡Ya estoy harto de esta vida!”. Y como él damos
rienda suelta a nuestra queja y desahogamos la amargura de nuestras
almas. Es tan inexplicable la forma en que Dios opera en nuestras
vidas. Pensamos ante la prueba que Dios no terminará o cumplirá aquello
que nos ha prometido. Nos agitamos y echamos a perder nuestra vasija,
agrietándola. Entonces Dios con su paciencia y amor tiene que rompernos
y volver a comenzar el proceso.

En la oscuridad se nos hace difícil recordar las palabras que Dios nos dijo cuando todo era
brillante. Sin querer o percatarnos minimizamos su Omnipotencia. En
las noches largas, cuando todo a nuestro alrededor es caos y desorden,
pensamos que las sombras se quedarán por siempre. Buscamos
explicaciones, algo que justifique el por qué de eso que estamos
viviendo. Y al no encontrar respuestas en nuestras mentes, creemos que
estamos siendo castigados o lo que es peor que hemos sido olvidados por
nuestro Creador.

Parece que se nos olvida que Job aunque las pasó bien difíciles, tuvo su momento de restitución. Que llegó el día en
que todo lo que el enemigo le arrebató, Dios se lo devolvió con
intereses. Job fue bendecido mucho más de lo que había sido
anteriormente. Se nos olvida que después del llanto, vienen las
sonrisas; que tras la noche vuelve a salir el día. Que tras el lamento,
viene el baile y el gozo. Que llega el momento en que la obra es
develada y es expuesta su belleza ante todo el público o audiencia. Que
cuando esa obra aguanta y resiste todo lo que el gran Artista quiere
hacer en ella, se convierte en una obra bella, especial, grandiosa.
Todos sorprendidos admiran lo que ella es, finalizada. Todos desconocen
el proceso al que fue expuesta, pero pueden reconocer y admirar el
resultado.

Por eso, por más hondo y profundo que sea tu dolor. Por fuerte que haya sido la caída causada por la herida, debes recordar
que Dios no ha terminado contigo ni tampoco conmigo. Que él te
levantará, que te infundirá vigor y gracia. Él nunca se olvida de
nosotros, porque su amor es incondicional y profundo. Aguarda tu
momento con paciencia y perseverancia, pero mientras esperas, ¡no te
rindas! ¡Sigue luchando, sigue creyendo!

Job no lograba entender cómo de la noche a la mañana a su vida había llegado tanta catástrofe;
pero su amor hacia Dios siempre fue sincero. Pasó por el valle de las
sombras y de la muerte, pero mientras lo atravesaba Dios iba justo a su
lado, jamás lo abandonó. Lo ayudó a atravesar el túnel de la
desesperación y de la oscuridad. Lo recompensó, lo auxilió y en sus
momentos más desesperantes le dio las fuerzas para resistir el dolor tan
grande que experimentaba. Lo ayudó a descubrir que había un propósito
superior y a poder conocerlo más íntimamente. Porque esas experiencias
que marcaron a Job lo hicieron madurar tan profundamente y le hicieron
crecer espiritualmente y darse cuenta de que aunque él había amado y
servido a Dios, tras su experiencia sus ojos habían podido percibir su
grandeza y su boca testificar Sus proezas. Job aprendió a no depender
de lo que estaba enfrente de sus ojos, sino a confiar aunque no tuviera
la más mínima idea de lo que estaba sucediendo a su alrededor, porque
sabía que Dios nunca lo desampararía.

Por eso, hermanos queridos, te invito a que respires profundo. Aspira la paz que Cristo quiere
soplar sobre tu vida. Es una paz que sobrepasa todo entendimiento y que
vuela por encima de la tempestad. Es un amor que excede y se sobrepone
a todo. Ahora, calmadamente, abre tus brazos y deja que Él te inunde
con su amor. Permanece quieto y confiado porque Dios nunca deja su obra
inconclusa.

Autora: Brendaliz Avilés

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