“…PUES OS HE DESPOSADO CON UN SOLO ESPOSO, PARA PRESENTAROS COMO UNA VIRGEN PURA A CRISTO” (2 Corintios 11:2)
Como creyentes, somos desposados con Jesús, y con Él sólo. En tiempos bíblicos,
el compromiso matrimonial no sólo era un noviazgo, era parte de la ceremonia nupcial. Desde el momento del compromiso matrimonial se les consideraba a los dos como uno. Aun así, el matrimonio no era consumado hasta después de un año o más.
En ese periodo, el novio construía un hogar para la pareja, continuaba cortejando a su prometida para conocerla más, y dejándose conocer por ella lo mejor posible.
Y la novia se preparaba, aprendiendo todo lo que podía acerca de él para poder complacerle en todos los sentidos. Finalmente, cuando el novio llevaba su
novia al nuevo hogar y empezaban a vivir como marido y mujer, todas las controversias quedaban aclaradas.
Como la novia de Cristo, todos deberíamos anhelar el momento cuando nuestra unión con Él se consume y participemos en
“?la cena de las bodas del Cordero” (Apocalipsis 19:9b).Hasta entonces, Jesús está cumpliendo su parte del casamiento:
Preparando un lugar para nosotros
(Ver Juan 14:2b), orando e intercediendo por nosotros
(Ver Juan 17:11-24), siguiendo cortejándonos, derramando su amor sobre nosotros y llevándonos a conocerle
(Ver Efesios 4:13). ¿Y cuál es nuestra parte? ¿Recuerdas la parábola de las diez vírgenes (Ver Mateo 25:1-12)? Debemos mantener nuestras
“lámparas” “encendidas” con el “aceite” del Espíritu Santo, renovar nuestras mentes con la Palabra de Dios
(Ver Efesios 4:23), orar sin cesar
(Ver 1 Tesalonicenses 5:17),regocijarnos en el Señor siempre
(Ver Filipenses 4:4), y amarnos como Él nos ama
(Ver Juan 15:12). Sobre todo,
tenemos que ser constantemente conscientes de que somos su novia, un reflejo en la Tierra de su Nombre, su naturaleza y su Gloria.
“…PUES OS HE DESPOSADO CON UN SOLO ESPOSO, PARA PRESENTAROS COMO UNA VIRGEN PURA A CRISTO” (2 Corintios 11:2b)
¿Por qué es tan crucial que sigamos e imitemos fielmente a Jesús? Porque todo lo que hagamos le concierne. ¡Somos su novia! Él gana prestigio cada vez que nos contenemos de decir o hacer cosas que no deberíamos decir o hacer. Cuando nos humillamos y consideramos nuestra naturaleza carnal muerta, Él es honrado. Cuando amamos a nuestros enemigos y a aquéllos que nos odian, persiguen o rechazan, mostramos un testimonio especialmente convincente acerca de su bondad. Desgraciadamente, Él también pierde prestigio cuando actuamos como los demás y nos comportamos de acuerdo a las tendencias de nuestra naturaleza pecaminosa.
Una persona soltera sólo tiene que preocuparse por su propia reputación; lo que dice y hace solamente le repercuta a ella. Pero la conversación, el comportamiento y las palabras de una persona casada repercuten al cónyuge. A ningún hombre le gusta que su mujer vaya por la ciudad rellenando cheques falsos, involucrándose en conversaciones indecentes, emborrachándose y siendo insoportable en público, o flirteando con otros hombres. Él quiere que ella se abstenga de comportarse así porque le ama y quiere que tenga una buena reputación. Además desea que su esposa le influya a él y al resto de la familia en su devoción al Señor.
Somos eternamente dichosos con un Novio que es perfecto. Su reputación es suprema en todos los sentidos, su carácter intachable, su poder y valentía sin igual, y su amor por nosotros más allá de toda imaginación. Así que, nuestro compromiso matrimonial con Él requiere que no vivamos ya por nosotros mismos, sino
¡para Él! ¿Por qué? Porque del modo que vivimos cada día
¡le estamos reflejando a Él!
“…PUES OS HE DESPOSADO CON UN SOLO ESPOSO, PARA PRESENTAROS COMO UNA VIRGEN PURA A CRISTO” (2 Corintios 11:2)
Como creyentes, somos desposados con Jesús, y con Él sólo. En tiempos bíblicos,
el compromiso matrimonial no sólo era un noviazgo, era parte de la ceremonia nupcial. Desde el momento del compromiso matrimonial se les consideraba a los dos como uno. Aun así, el matrimonio no era consumado hasta después de un año o más.
En ese periodo, el novio construía un hogar para la pareja, continuaba cortejando a su prometida para conocerla más, y dejándose conocer por ella lo mejor posible.
Y la novia se preparaba, aprendiendo todo lo que podía acerca de él para poder complacerle en todos los sentidos. Finalmente, cuando el novio llevaba su
novia al nuevo hogar y empezaban a vivir como marido y mujer, todas las controversias quedaban aclaradas.
Como la novia de Cristo, todos deberíamos anhelar el momento cuando nuestra unión con Él se consume y participemos en
“?la cena de las bodas del Cordero” (Apocalipsis 19:9b).Hasta entonces, Jesús está cumpliendo su parte del casamiento:
Preparando un lugar para nosotros
(Ver Juan 14:2b), orando e intercediendo por nosotros
(Ver Juan 17:11-24), siguiendo cortejándonos, derramando su amor sobre nosotros y llevándonos a conocerle
(Ver Efesios 4:13). ¿Y cuál es nuestra parte? ¿Recuerdas la parábola de las diez vírgenes (Ver Mateo 25:1-12)? Debemos mantener nuestras
“lámparas” “encendidas” con el “aceite” del Espíritu Santo, renovar nuestras mentes con la Palabra de Dios
(Ver Efesios 4:23), orar sin cesar
(Ver 1 Tesalonicenses 5:17),regocijarnos en el Señor siempre
(Ver Filipenses 4:4), y amarnos como Él nos ama
(Ver Juan 15:12). Sobre todo,
tenemos que ser constantemente conscientes de que somos su novia, un reflejo en la Tierra de su Nombre, su naturaleza y su Gloria.
“…PUES OS HE DESPOSADO CON UN SOLO ESPOSO, PARA PRESENTAROS COMO UNA VIRGEN PURA A CRISTO” (2 Corintios 11:2b)
¿Por qué es tan crucial que sigamos e imitemos fielmente a Jesús? Porque todo lo que hagamos le concierne. ¡Somos su novia! Él gana prestigio cada vez que nos contenemos de decir o hacer cosas que no deberíamos decir o hacer. Cuando nos humillamos y consideramos nuestra naturaleza carnal muerta, Él es honrado. Cuando amamos a nuestros enemigos y a aquéllos que nos odian, persiguen o rechazan, mostramos un testimonio especialmente convincente acerca de su bondad. Desgraciadamente, Él también pierde prestigio cuando actuamos como los demás y nos comportamos de acuerdo a las tendencias de nuestra naturaleza pecaminosa.
Una persona soltera sólo tiene que preocuparse por su propia reputación; lo que dice y hace solamente le repercuta a ella. Pero la conversación, el comportamiento y las palabras de una persona casada repercuten al cónyuge. A ningún hombre le gusta que su mujer vaya por la ciudad rellenando cheques falsos, involucrándose en conversaciones indecentes, emborrachándose y siendo insoportable en público, o flirteando con otros hombres. Él quiere que ella se abstenga de comportarse así porque le ama y quiere que tenga una buena reputación. Además desea que su esposa le influya a él y al resto de la familia en su devoción al Señor.
Somos eternamente dichosos con un Novio que es perfecto. Su reputación es suprema en todos los sentidos, su carácter intachable, su poder y valentía sin igual, y su amor por nosotros más allá de toda imaginación. Así que, nuestro compromiso matrimonial con Él requiere que no vivamos ya por nosotros mismos, sino
¡para Él! ¿Por qué? Porque del modo que vivimos cada día
¡le estamos reflejando a Él!